El bodrio elefantiásico que es RTVE nos cuesta mil millones de euros cada año. Una cantidad astronómica que no vale. Porque su parrilla televisiva es tan basura como la privada. Todos sabemos que las empresas privadas de comunicación pueden hacer lo que les da la gana con su ideología, equipo, despilfarro o transmisión de valores de mierda. Pero la pública debería ser otra cosa. Se supone que es un servicio público y debería ofrecer exclusivamente en la información veraz y objetiva -periodismo- y cultura. Todo lo demás, el entretenimiento, las payasadas, los concursos, los debates ideológicos sesgados, la manipulación de masas, los debates a gritos y el culto a la mentira deben desterrarse de la parrilla. Pero, claro, en este país las cosas que son del Estado al final acaban siendo del partido de turno en el Gobierno y en vez de ponerse en manos de profesionales independientes, se utilizan como vehículos de culto al líder y de propagación de las ideas que a Moncloa le interesan.
Hagan la prueba, es muy divertido. Cada vez que vean el Telediario cuenten las veces que se pronuncia la expresión «cambio climático». Seguramente no les bastarán los dedos de las manos. Cada día, tres veces al día. Son claramente mandatos políticos para crear opinión pública, cuando lo único que deberían ofrecer son datos, noticias, que son el caldo en el que se cultivan las opiniones. Que intenten dárnoslo todo ya mascadito y digerido no dice nada a su favor. Por un lado, que no son más que manipuladores teledirigidos desde el poder y, por otro, que nos tratan como a menores de edad. Y la cultura, por cierto, brilla por su ausencia. Quizá porque quieren un pueblo ignorante y aborregado. Ya lo tienen.