Contemplar el cielo estrellado o ver la puesta de sol ya son atractivos turísticos de masas. Tenemos problemas de aparcamiento, de escasez de agua potable y de espacio en las playas vírgenes. Con el tiempo, se pondrá de moda estar unas horas frente a las olas, disfrutar del viento soplándote en la cara o estar un rato cantando bajo la lluvia. Son fenómenos naturales que, en una isla, pueden adquirir un halo romántico y de gran difusión en las redes sociales. Lo importante soy yo. El resto es solo un decorado.
¿Quién inventó el egocentrismo, esa tendencia a creerse el ombligo del mundo? Dicha característica de la personalidad dificulta bastante la empatía y las relaciones sociales saludables.
El narcisismo implica admiración excesiva por uno mismo y necesidad de ser admirado por los demás. Todo ello es explotado hábilmente por los nuevos medios de control de masas e ingeniería social.
No es extraña la epidemia de soledad que se extiende sin freno: un ser humano hiperconectado pero sin vínculo con sus semejantes, aislado en su mundo virtual. Personas que sienten que no le importan a nadie más allá del like, que cada uno va a lo suyo y que solo saben pertenecer a una tribu para adquirir su propia identidad.
Los multimillonarios, de izquierdas y de derechas, muestran escaso interés por los pobres. Nada nuevo bajo el sol.
Si fuese un poeta menorquín, podría escribir los versos más tristes esta noche.