Noviembre de 1991. Conferencia de paz para Oriente Medio en Madrid. Asiste, entre otros, el primer ministro de Israel, Iszak Shamir quien a preguntas de Felipe González contesta: «Sí, probablemente esto que usted indica es lo que habría que hacer, pero yo soy ya muy viejo (76 años) para traicionar mi biografía». En su juventud militó en Lehi, organización paramilitar sionista que, entre otras actividades, ordenó el asesinato del conde Folke Bernadotte, mediador de paz de la ONU. Shamir falleció en 2012 a los 97 años. Febrero de 1994. El nuevo primer ministro de Israel, Yitzak Rabin, visita Madrid. El prestigioso militar, victorioso de varias guerras en Oriente Medio, se había embarcado en un proceso de paz para la región que le llevaría a obtener el Premio Nobel de la Paz. Le preguntaron por qué había cambiado de actitud y dijo: «Mi nieta me preguntó si ella iba a vivir siempre en guerra como le había tocado a su abuelo y a su padre y me di cuenta de que no tenía derecho a dejarle una vida de sangre, odio, dolor y lágrimas de por vida». También le preguntaron si no le repugnaba dar la mano a Yaser Arafat, el terrorista y opositor de Israel, y dijo Rabin: «Por supuesto que no me gusta nada, pero la paz se firma con el enemigo, no con los amigos».
Rabin abogaba por la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU que implicaba «paz a cambio de territorios», tras la guerra de los siete días que había dirigido él y vencido en 1967. Fue asesinado el 4 de noviembre de 1995 al término de una manifestación en Tel Aviv encabezada por el lema ‘Sí a la paz, no a la violencia’. Un extremista, Yigal Amir, le disparó a quemarropa.
Como ocurrió con Bin Laden y Al Qaeda, un producto norteamericano en su inicio para debilitar a los ocupantes. Soviéticos de Afganistán, Hammas fue apoyado por Israel para debilitar a la Autoridad Palestina en Cisjordania y al propio Arafat. Éste fallecía en París el 11 de noviembre de 2004, muy probablemente envenenado por Israel.
Igual que no nos gustaba que se confundiera España con Franco no confundamos al pueblo de Israel con sus dirigentes y sobre todo, no lo confundamos con el implacable Netanyahu, que debería comparecer ante un tribunal internacional. Como no confundamos al pueblo palestino que lleva décadas de sufrimiento sin cuartel con los terroristas abominables de Hamas que controlan Gaza.
«Paz por territorios» sigue siendo un argumento válido para recuperar algo de sensatez, si es que existió alguna vez en esa zona del mundo. Lo terrible es que quienes buscaron la paz encontraron la muerte.