Resulta cómico y a la vez deprimente comprobar cómo los poderes fácticos moldean la opinión pública en la dirección que les conviene (para hacer negocio, naturalmente). El último barómetros que testea lo que piensan los ciudadanos arroja resultados demoledores. Los españoles siempre hemos ido un poco a nuestra bola, aquello de Spain is different no carece de una base real. Es histórica la desafección del pueblo hacia todo lo castrense y quizá tenga algo que ver con las masacres acontecidas hace casi noventa años, cuando vivimos la última guerra. Recordemos que nuestros antepasados del siglo XIX –los abuelos de nuestros bisabuelos– sufrieron la guerra de la independencia de los gabachos y las tres guerras carlistas, todo un siglo de tiros, pérdidas y odios. Y, como guinda, la debacle de lo que quedaba del imperio, la absoluta sensación de derrota. Quienes lograron sobrevivir a ese siglo negro aún tuvieron la oportunidad de morir en la guerra de Marruecos o en la civil. Todo eso está en nuestro ADN, aunque seguramente la mayoría ya lo ignora, porque empieza a quedar lejos en la historia. Nuestros jóvenes –y muchos de mediana edad– saben más sobre el belicismo a través de los videojuegos y de las pelis americanas que de lo que han escuchado a sus mayores. Por eso, asuntos como la defensa, el armamento o cualquier cosa relacionada con lo militar nos la ha traído al pairo durante décadas. Una vez finiquitada la mili, el contacto de los civiles con ese tema ha caído en el olvido. Y ahora resulta que la preocupación de los españoles por la defensa sube hasta el 30 % en las encuestas. Así de tontos somos, que la Ursula von der Leyen y sus secuaces nos meten el miedo en vena y nos lo creemos. Pena.
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