De lleno en nuestras queridas «Festes de la Mare de Déu de Gràcia», entonaremos la alegre canción que nos habla de una ciudad hermosa y galante. Hoy, lo de galante no se usa mucho. Una ciudad que alterna el castellano con el catalán propio de aquí, dos lenguas que amamos, lejos de la batalla política y el enfrentamiento partidista. Tenemos comodidades de una ciudad grande, incluso más, porque una ciudad demasiado grande suele resultar incómoda. Los comercios de gran importancia no se miden por su tamaño o facturación, son aquellos que nos tratan como personas y no como meros consumidores anónimos e intercambiables, hechos para gastar. El juzgado de primera instancia está algo desbordado. Sin una Justicia imparcial e independiente, la democracia es solo un nombre hueco. Seguro que la hermosa electricidad fue un avance sustancial de progreso y nivel de vida, aunque nos hayamos dado cuenta de que contamina y hay que buscar energías renovables que nos den lo mismo sin ensuciar el aire que respiramos. Lo de las muchachas bonitas supongo que no es exclusivo de aquí… las boticas y los cafés, los teatros y buenos paseos hacen la vida más agradable. Las boticas, estos días, no dan abasto vendiendo pomadas.
Y un puerto de mar al pie donde podremos clausurar las fiestas con un espectacular castillo de fuegos artificiales.
Cantemos juntos el tradicional «Volem vi», felices porque «volem estar aquí i aquí estarem».