Este regalo es una ofensa

Una de las peores cosas que lleva consigo el final de las vacaciones de verano es que comienza un nuevo curso político. La verdad es que este año no hemos podido disfrutar plenamente del tiempo libre porque la política siempre ha seguido estando ahí, detrás de alguna imputación sostenida o de un incendio apocalíptico. Pero llega septiembre y así sí que ya no nos podemos escaquear. Qué pena. Y nada más volver los telediarios a su rutina diaria de desastres y problemas ya nos hemos tenido que enfrentar a unos hechos infantiloides. Es una pena porque en este tipo de gestos la sinceridad brilla por su ausencia. Primero fue la reunión entre Illa y Puigdemont. Aquí lo que se constató más que otra cosa fue que donde unos dicen diálogo otros dicen sumisión. Bien es verdad que el diálogo está sobrevalorado y que no suele ser suficiente nunca para que dos oponentes se pongan de acuerdo. Queda muy bien apelar al diálogo cuando dos no se entienden, pero la mayoría de las veces -por no decir todas-, no sirve de nada. Queda bien para la foto en la que los dos líderes se dan la mano repetidamente, como si tiritasen. Pero llegan los comentarios y lo único que se nos dice es que ha sido baldío. Y cada cual vuelve a su casa como si nada. Y en seguida llegó el gesto de la condonación por parte del Gobierno de la deuda de las comunidades autónomas, y el chasco fue aún peor. Menuda muestra de infantilismo por parte del PP que, a pesar de gobernar en las comunidades con más deuda, se niega a aceptar la propuesta. Viene a ser como si a ti te ofrecen un maravilloso regalo y tú dices que no lo quieres porque te lo da alguien que no te cae bien. En fin, que en lugar de un regalo se convierte en una ofensa. Hasta te da repelús. En serio.