Aludía la exdirectora insular de la Administración General del Estado, Isabel López Manchón, el pasado mayo tras cesar en el cargo, a la escasa trascendencia que tiene Menorca tanto en Palma como en Madrid sin que la clase política que nos representa, derecha o izquierda, sea capaz de revertir esta penosa realidad.
Los ejemplos se suceden de forma periódica aunque no debería confundirse el carácter isleño, más próximo a la resignación y menos dado al enfrentamiento, con la ausencia de indignación, que la hay cada vez que ese trato discriminatorio socava el ánimo del residente.
Año a año lo vemos con la Obligación de Servicio Público (OSP) que enlaza la Isla con Madrid, un destino fundamental para los menorquines. La insistencia para conseguir aviones de mayor capacidad, al menos, y un tercer vuelo diario con la capital es tan reiterativa como nulo su resultado. La compañía Iberia-Air Nostrum operadora de esta ruta no solo niega la frecuencia diaria añadida sino que coloca la adicional, que por contrato debe prestar, en sábado, seguramente el día con menor demanda. Tal parece que se ríe de las demandas insulares y nadie se lo impide.
Hace unas semanas el delegado del gobierno en Balears, Alfonso Rodríguez, decía en Menorca que Balears tiene este verano más policías y guardias civiles que nunca, cuando los sindicatos y la percepción mayoritaria sugieren lo contrario. Está claro que poco o nada sabe el representante estatal de las vacantes que hay en las comisarías de Maó y Ciutadella, ni de los mínimos recursos con que se han visto obligados a operar, en ocasiones, en los turnos de noche. Si a Menorca no llegan más agentes, respondió el delegado, es una responsabilidad atribuible a los mandos que los distribuyen desde la Jefatura Superior, en Palma y Madrid, cuando se trata de un servicio estatal, como la OSP, que merecería un mejor trato en la Isla.