Alos españoles de a pie lo que les preocupa es una realidad demoledora: cada día son más pobres. Los salarios, aunque crezcan un poquito, se desmoronan ante la inflación, y los bienes básicos, como la vivienda, se han vuelto inalcanzables. El resto son minucias. Por eso los gobernantes deberían centrarse en recuperar la clase media, en peligro crítico de extinción. Pero es difícil y ellos son más de grandes gestos vacuos con cero repercusiones en la realidad.
Como lo que acaba de hacer Pedro Sánchez para contentar a los sectores más izquierdistas de su Gobierno y del arco parlamentario que necesita para sacar adelante sus presupuestos: las medidas contra Israel que pretenden presionar para que ponga fin a los bombardeos en Gaza y apostar por la solución de los dos estados. Detrás de esta iniciativa se esconde una verdad incómoda: ¿a qué intereses responde la izquierda española? Porque en mi cosmovisión personal la izquierda tiene mandatos clarísimos: igualdad, libertad, justicia, cultura, educación, democracia, emancipación de la mujer, respeto a las minorías, derechos conquistados como el aborto, el divorcio, la sanidad o morir dignamente.
Y, sin embargo, la postura de Sánchez parece respaldar a Hamás, epítome de lo contrario a lo que la izquierda defiende. Hamás y todo grupo islamista representan el infierno de la izquierda, una tumba cruel y sanguinaria de conceptos como la libertad o la igualdad. Basta ver en qué condiciones han vivido los gazatíes, a los que gobiernan de forma dictatorial desde 2007. ¿De verdad a la izquierda le importa Gaza, porque en ese caso habría que establecer medidas contra Hamás, o solo interesa parar la guerra, olvidar a los rehenes y darle a Hamás lo que pide?