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Alimentando el apocalipsis (de nuevo)

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Los datos económicos suelen ser arma arrojadiza para cuestionar la acción de un gobierno. Se arguyen entonces indicadores precisos: caídas del PIB, del consumo, de las exportaciones, reducción de ingresos, desboque de la prima de riesgo, aumento del paro, etc. Estas variables tienen enorme capacidad explicativa, y facilitan que la oposición a un gobierno –mientras los datos sean negativos– disponga de munición abundante para restregar a los responsables económicos y a la presidencia del gobierno su inoperancia. Se habla entonces de situaciones casi terminales, un verdadero desplome de la economía cuya crítica tiene un mensaje subliminal: déjennos paso que nosotros lo arreglamos. La economía española es un buen laboratorio para testar todo esto.
2 Hemos escuchado aquí, recientemente, argumentos muy parecidos. Cabe señalar que en la presente coyuntura –que ya se extiende a más de cinco años–, las posiciones conservadoras siguen promocionando el discurso del caos económico, del desorden, del apocalipsis. Lo vemos con reiteración en boca de sus voceros e, incluso, en las posiciones en redes sociales de pretendidos gurús de las derechas que tienen, sin embargo, una escasa entidad en el terreno de la ciencia económica.

El problema es que los números no dan; al contrario, son positivos para la economía española. La prima de riesgo ha descendido hasta los 55 puntos por primera vez en dos décadas. Es decir, la confianza exterior que inspira la economía de España es muy elevada; debemos recordar que entorno a 2012-2013, ese dato se ubicaba en torno a 700-800 puntos. Las exportaciones de mercancías físicas y de servicios no turísticos aumentan, a pesar de las dificultades de los aranceles de Trump, atendiendo a la menor exposición de los productos españoles (5 por ciento; en Alemania, casi el 20 por ciento) a esa agresiva política del magnate estadounidense. El corolario es que instituciones como el Banco de España, Funcas y Bloomberg ofrecen revisiones al alza del crecimiento del PIB: entre el 2,5 por ciento y el 2,7 por ciento, cifras que duplican las esperadas para el conjunto de la Eurozona. La tasa de paro (poco más del 10 por ciento), siendo alta si se contrasta con la media comunitaria, es baja si se observa el gráfico histórico, cuando se llegó a tener una tasa cercana al 27 por ciento entre 2011 y 2015. La puntilla es la mejora que una importante agencia de rating (Standard&Poors) ha establecido para la economía española: otro signo inequívoco de la confianza que ofrece la política económica española.

No hay caos. Ni desequilibrios económicos. Ni apocalipsis a la vista, aunque la tozuda obstinación de algunos se empeñe en que la haya. No se disponen de cifras que desmonten el cuadro macroeconómico. Ello no ignora que existen problemas que deben encararse; y, uno de los más relevantes, es el de la vivienda. Pero con todas las dificultades que nadie sensato elude, acciones como las subidas del SMI, ayudas a las empresas, el IMV –que debe dinamizarse–, subidas de las pensiones, etc., contribuyen a ofrecer una imagen más sólida, solvente y serena de la economía española. Imagen que neutraliza los dardos de los agoreros.

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