Parece que lo que nos está machacando es el genocidio de Israel, parece que todos los discursos llenos de indignación y realidad (y también de hipocresía) son referentes a Gaza, a la masacre (cierta) del pueblo palestino.
Muchos países han reconocido que Palestina es un estado y que por tanto ostenta sus derechos y debería poder ser libre y autónomo... pero no solo «existe el terrible escenario en Gaza»... hay muchos más escenarios que deberían escocer nuestras entrañas y nuestro cerebro.
Me refiero no solo a «las otras guerras» (terribles en sí mismas) sino a algo que parece olvidamos al organizar protestas, manifestaciones, flotillas... y que es el abandono y la indiferencia de los gobiernos civilizados y democráticos ante el barrido de los ¡derechos de las mujeres!
Irán, Arabia Saudita, Afganistán, Libia... y tantos otros.
Si vas a Instagram, o en alguna otra plataforma podrás ver un vídeo donde simplemente con unas fotografías ves cómo circulaban las mujeres por las calles de estos países en los años 60 o 70 y al lado cómo circulan (las que aún pueden circular sin un hombre al lado, bueno, no al lado sino justo un par de pasos delante de ellas) y ¡cómo visten hoy!
Se me ponen los pelos de punta. Pero no solo se ha barrido el derecho a vestir como a una le venga en gana, sino que también puedes ver otras fotos donde la mujer acude a la Universidad, o está ejerciendo su labor como periodista, o atendiendo a pacientes en un hospital, o bailando en una sala de fiestas, o cantando en un karaoke... También las ves vestidas de deporte, jugando un partido de básquet, yendo a un gimnasio... O en bañador disfrutando del mar o de la piscina... comiendo con sus amigas en un restaurante, conduciendo el coche, viajando solas... ¡pues ya veis! Todo esto que en algún momento podían hacer... se acabó, está prohibido, está penalizado, está perseguido... han borrado sus más elementales derechos y las han relegado a vivir una vida muerta, una vida que no puede llamarse vida...
¿Y nosotras? ¿Qué podemos hacer? Esta es la pregunta que muchas nos hacemos.
Pues primero de todo, ya es hora de que las mujeres que forman parte de los diferentes gobiernos, que ostentan un nivel interesante de influir en las acciones de sus gobiernos, no callen, no giren la cabeza hacia el lado más cómodo y menos comprometido. Están obligadas a denunciar y proponer acciones de solidaridad pero también de rechazo a esas políticas que hacen de nuestro género, algo peor que un cero a la izquierda.
Pero ¿y las mujeres que ostentan poder económico, que forman parte de los consejos de administración de empresas que tienen relaciones con esos países donde sus semejantes (mujeres) son violentadas en lo más profundo de los derechos humanos? Esas mujeres deberían abanderar la protesta ante los accionistas, empresarios... socios para que de alguna manera «las que sufren» notarán que no están solas, que hay alguien que se preocupa por intervenir y que esa intervención podría lograr que ellas (afganas, sauditas, palestinas,...) recuperen la dignidad que cualquier ser humano, hombre o mujer, merece y que les ha sido robada.
¿Y el pueblo llano?, las mujeres que formamos parte de esta sociedad civil ¿no deberíamos poner en nuestro hacer diario un punto bien gordo para no olvidarnos de ellas?
Sé que muchos leeréis esto y os preguntaréis ¿pero yo? ¿Que puedo hacer?
Mi respuesta siempre es la misma... aunque solo fuera un pasito adelante en la recuperación de esos derechos arrasados en esos países bárbaros, ya sería una gran victoria.
No podemos cerrar los ojos viendo como las mujeres del mundo salvaje están bajo una roca inamovible, bajo el terror de mover un pie fuera del pequeño círculo donde las han colocado.
Estamos obligadas, sí sí obligadas, a hacer lo que podamos en nuestro diario trabajo, allí donde nuestra actitud y voz pueda sensibilizar a los que nos rodean, allí donde nuestra capacidad de influir pueda llegar a que se actúe en favor de la recuperación de la vida perdida de tantas niñas, jóvenes, adultas... mujeres que ahora, en este mismo momento en que me estás leyendo, sufren de tal manera que soy incapaz de calificar.
Así que pensemos en cómo podemos aportar un granito o una gota de esperanza a este mundo que cada día me gusta menos.