Dos niños juegan en una playa. Ninguno de ellos ha sido, todavía, manipulado. Se llevan bien. Les importa un carajo si se ha de usar una palabra u otra. Probablemente jamás, y el «jamás» no es casual, sabrán el significado de palabras como «genocidio» o «masacre»… Porque a esos niños se les hurtó una escuela objetiva… O, simplemente, una escuela. Las palabras no matan, ni sajan futuros, solo las balas de algunos sicópatas con poder… Esas que se compran o se venden y seguirán comprándose o vendiéndose bajo el paraguas de una posible excepción contemplada en un decreto ley con trampa…
Y tantas y tantas cosas… A esos niños solo les importa jugar en una playa, en la esperanza de que esta no sea arrasada por lo que, probablemente, ellos interpreten como una mariposa solitaria y acabe siendo un dron, ese que, puede, hoy, sí, acabe por matar a sus madres…
Te hizo gracia la conversación de Putin con el amo de China sobre la inmortalidad… Estamos en manos de quien no entiende que nadie, absolutamente nadie, es eterno… Es evidente que esos líderes, de izquierdas o de derechas, necesitarían leer… por ejemplo, las «Coplas a la muerte de su padre» de Jorge Manrique. A saber: «Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir (…) allí los ríos caudales,/ allí los otros medianos/y más chicos; y llegados son iguales,/ los que viven por sus manos/ y los ricos (…)¿Qué se hizo el rey don Juan/Los infantes de Aragón/ ¿Qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto galán,/ que fue de tanta invención?». Debería haber una ONG que hiciera posible que esas coplas les llegaran, en correo certificado urgente, a Trump, a Putin, a Netanyahu, a…. Lo siento. Esas coplas les darían una mala noticia: no sois inmortales… ¿Pasar a la Historia? Depende de cómo uno pase a esos libros de texto. Puede que algún alumno, al saber de vosotros, en una clase, vomite… Que lleguen también a los terroristas de Hamas que fueron tan imbéciles que le dieron una justificación entrecomillada a un jefe israelí que, en el muro de las lamentaciones, incrustó un mensaje dirigido a Dios… Ese Dios, escandalizado, que no firmó –ni firmará– un acuse de recibo…
Esos niños siguen jugando… La abeja –o lo que ellos interpretan como tal– se les acerca…
A esos niños les importa poco el vocabulario. Únicamente las balas de quien cercenará –todavía no lo saben– su futuro. Los drones se acercan, sí… Y no son mariposas. No solo les robarán su vida, sino el tiempo en que pudieron abrazarse…
Esos dos niños que juegan en una playa… Uno es judío, el otro palestino…Y probablemente no entenderán, mañana -si lo tienen-, por qué, si compartieron una playa, no pudieron compartir una tierra… Y, tal vez, esos niños estén ya muertos…