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¿En qué invertimos nuestros ahorros?

| Menorca |

El reputado think-tank EsadeEcPol acaba de publicar el informe «La desigualdad de la riqueza de las comunidades autónomas». Se trata de un retrato de cómo va evolucionando el stock de activos en que invierten las familias españolas, así como la composición relativa y por niveles de riqueza.
El tiempo, ya lejano, en que la principal inversión de las familias era la vivienda principal (para vivir), convenientemente estimulada por la desgravación fiscal, y que dio paso al negocio de las hipotecas de las cajas de ahorro, ha pasado a la historia.

Ahora los elevados precios del alquiler y el tirón de los pisos turísticos nos explican, en buena parte, en qué invertimos. Y aparece en primer lugar, con un gran empuje, la vivienda destinada a la inversión, con el objetivo de obtener rentabilidades interesantes.

Dimitry Petrov, uno de los autores del documento, apunta a que «el alquiler de vivienda se ha convertido en un valor cada vez más seguro gracias a una rentabilidad alta y estable y a una fuerte seguridad jurídica, pese al ruido, que muchas veces puede escucharse. «El País» 29 Septiembre 2025.
Esta sensibilidad inversora en vivienda se compadece, claro está, con la rentabilidad que ha ido aumentando desde 2016 del 8 por ciento al 11,5 por ciento en 2022. Ahora en 15,4 por ciento, según el Banco de España.

La inversión en vivienda viene sesgada por el patrimonio de las familias; el peso de la inversión inmobiliaria se eleva al 31 por ciento en el percentil de los más ricos.

Así se correspondería con la actividad inversora de Amancio Ortega, el mayor patrimonio español. A título de ejemplo ingresó 5.000M€ entre 2023-24 en dividendos, e invirtió en inmobiliario unos 2.100M€. Con un valor actual de unos 18.000M€.

A primera vista parece que un buen criterio de inversión es -teniendo en cuenta las necesidades de liquidez- la diversificación, no concentrarla. Cada tipo de activo tiene sus peculiaridades, en riesgo, tiempo, rentabilidad y liquidez, a corto y a largo plazo; en función del inversor, todo muy estudiado.
Es por ello por lo que no deja de sorprenderme esta creciente inclinación por la inversión en vivienda. Entre otras razones porque las entidades financieras disponen para todo tipo de clientes de instrumentos que diversifican el riesgo y atenúan el ciclo económico.

Es cierto que la crisis de la vivienda ha hecho subir los precios de alquiler y compra de manera evidente hasta convertir un bien de primera necesidad en un valor especulativo. Pero un inversor racional (¿existe?) debería diversificar entre distintos tipos de activos. En especial en un ciclo económico de caída de tipos y de creciente crecimiento de la actividad (si la Administración Trump no lo impide).

España, según señala muy agudamente el compañero de página de opinión José Antonio Pérez Montiel (20 septiembre) está subiendo en el ranking de países con «mayor complejidad» que tienden a crecer más rápido. Añaden complejidad e innovación, con reducción de desigualdades y son más sostenibles, exportando bienes intermedios de mayor valor.

Parecería que este nuevo ciclo más «complejo» pero que ofrece nuevas posibilidades sobre todo en lo que vamos llamando la «industria de servicios», el excedente familiar se invirtiera en nuevas actividades relacionadas con el avance tecnológico o los servicios a las personas.

El sentir popular mantiene la idea de que la industria tiene más riesgo que el «ladrillo», y que este, siempre sube de precio. Esto significa olvidar la historia, incluso la más reciente.

Una eficiente inversión en buenas compañías de renta variable, en plazos largos de unos 10 años, obtiene mejores resultados que cualquier otra alternativa a igualdad de riesgo.
Una mayor cultura financiera ayudaría.

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