La principal de las basílicas pontificias de Roma es la denominada de «El Salvador», título que hace referencia a Cristo, y en la que radica la sede episcopal de Roma que es la que corresponde al Papa, mientras que otra basílica romana muy significativa es la de «San Pedro» en la que se halla el sepulcro del primer Papa, y junto a la cual permanece desde hace tiempo la residencia del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Es importante conocer la realidad histórica del apóstol Pedro y de su vinculación con la ciudad y la iglesia de Roma. Sobre su presencia en esta ciudad imperial y acerca de su martirio y de su sepultura en ella hay numerosos y antiguos testimonios, corroborados también por la arqueología a raíz del hallazgo de su sepulcro e incluso de sus reliquias corporales en el subsuelo de su mencionada basílica, cuya construcción se realizó a principios del siglo cuarto mediante unas esforzadas labores a fin de que el altar estuviera situado en lo alto sobre el lugar de la tumba del Apóstol. Importante fue en estas labores el esfuerzo de la arqueóloga Margherita Guarducci, que ofreció un detallado testimonio de todo esta labor en su libro «Pietro ritrovato» (Mondadori 1970). Aún puede verse en dicho lugar subterráneo un grafito que en griego dice: Petros eni (Pedro está aquí).
Con la paz constantiniana del año 313 cesaron las persecuciones, y el cristianismo fue reconocido e incluso obtuvo apoyo por parte del Imperio romano. Manifestación de ello fue que en el año 324 con la protección del emperador Constantino el papa Silvestre inició la construcción de una notable basílica para el culto cristiano situada sobre el sepulcro de san Pedro, la cual, dotada de cinco espléndidas naves, fue durante siglos un santuario universal para toda la Iglesia. A mediados del siglo XV el papa Nicolás V determinó que por amenazar ruina debía ser sustituida por otra más de acorde con las circunstancias y gustos de aquel tiempo. Con todo, se decidió que en el subsuelo se dispusiera una imitación de la antigua basílica, a fin de conservar allí los valiosos monumentos y sepulcros existentes en la anterior edificación, lo cual en parte se ha conseguido.
Para la edificación y el ornato de la nueva y esplendorosa basílica se contó con arquitectos y decoradores de prestigio como Rafael, Bramante y Miguel Ángel, proponiéndose una diversidad en cuanto a la base del edificio, de cruz griega o latina, siendo esta última la que prevaleció a fin de favorecer la múltiple presencia de los fieles. Además las obras se iban retrasando por razón de la brevedad de algunos pontificados o por otras importantes labores pastorales o administrativas, siendo, sin embargo, durante los cinco años del Papa Sixto V (1585-1590) cuando se dio un notable empuje a las obras, especialmente al finalizarse la maravillosa cúpula diseñada por Miguel Ángel.
Resulta de interés dar noticia del origen y la personalidad de este romano Pontífice. En vez de lo que ocurría con frecuencia de que los papas provenían de familias distinguidas, Sixto V, en cambio, era de un origen muy humilde, de tal modo que siendo niño trabajaba como porquerizo, hasta que los frailes franciscanos de Ascoli le protegieron e ingresando posteriormente él en la orden, se distinguió por su sabiduría y sus servicios en favor de la reforma de la Iglesia, de tal modo que el papa san Pío V le nombró cardenal. Resultó admirable la organización que, siendo Papa llevó a cabo en la curia romana y en el gobierno de toda la Iglesia durante los cinco años de su pontificado.
Puso también Sixto V un notable empeño en adelantar las labores de la nueva y maravillosa basílica de San Pedro, especialmente dando remate a la muy peculiar y esbelta cúpula de Miguel Ángel. Así mismo resultó significativo, además de arriesgado, el alzamiento del famoso obelisco egipcio que desde entonces figura en el centro de la plaza de San Pedro.
Felizmente, al ser elegido Papa Sixto V el 14 de mayo de 1572 y al celebrase pocos días después la ceremonia de su coronación imponiéndosele la tiara que constaba de tres coronas. A modo de recuerdo se diseñó un grabado del acontecimiento, labor que era corriente encargar a expertos artistas que abundaban en Roma dedicándose a estas exquisitas labores muy reveladoras de valiosos monumentos y celebraciones características de la Ciudad Eterna.
En este grabado que tengo el gusto de reproducir en este artículo pueden descubrirse notables edificaciones, personas con variedad de vestimentas, algunos hombres montados sobre caballos, frailes con diversos hábitos y una apiñada multitud de fieles cristianos. Notable históricamente resulta observar el estado, aún sin acabar, de la cúpula de Miguel Ángel, así como la fachada de la antigua basílica y diversos edificios adjuntos que acabaría por desaparecer.
La inscripción latina que a modo de título expositivo aparece sobre el grabado conmemorativo de la coronación del Papa Sixto V (1585) dice así: HIC TRIA SIXTE TVO CAPITI DIADEMATA DANTVR SED QVARTUM IN CAELIS TE DIADEMA MANET, cuyo significado es: «Aquí, Sixto, se otorgan a tu cabeza tres diademas, mientras que la cuarta diadema permanece en el cielo».