Siempre me han llamado la atención los aplausos figurados de Jesús a quienes actúan con astucia, incluso con perjuicio de los que merecen recibir un trato más noble. Como también me resultan sugerentes las advertencias que parecen golpear nuestro conformismo y dejadez: esos hijos de las tinieblas más listos que los hijos de la luz.
Esto se podría aplicar a los movimientos que genera la política o las insoslayables guerras. La astucia para sobrepasar a los contrarios se convierte en un elemento que los indeseables utilizan con una habilidad verdaderamente admirable. Sobre todo, cuando se encuentran con unos enemigos que no son capaces de emplear esas mismas armas. En unos casos porque practican el idealismo y la honestidad; en otros, porque no se atreven a llevar las disensiones al límite. Y, en medio, una población sobrecogida porque sabe con toda seguridad que les golpearán las consecuencias de tanta soberbia.
El mundo siempre ha caminado por sendas intrincadas y el sufrimiento se ha cebado en las masas, mayormente en los sectores más débiles y vulnerables. Pero da la impresión de que no estamos avanzando como sería lo deseable, sino que retrocedemos a ojos vistas. Y todo porque el gran imperio americano que se consolidó en los dos últimos siglos está llegando a su ocaso. No por la superioridad y brillantez de los antagonistas, sino porque una mayoría de ciudadanos se empeña en elegir a individuos indeseables, ineptos para utilizar la inteligencia de forma razonable y perspicaz, capaces de perpetrar los mayores desmanes y haciendo creer a sus seguidores que tienen recursos para todo, que disponen de soluciones deslumbrantes (esas que dejan tantos flecos en el aire que confunden en un primer momento). Son los que toman caminos en los que priman los intereses personalísimos, el afán de sobresalir, el presumir de los supuestos logros, el vender la piel del oso antes de cazarlo, la búsqueda del enriquecimiento extremo o, simplemente, porque sus coordenadas mentales se hallan un tanto oxidadas.
¿Cómo no irán ocupando posiciones sus adversarios si se encuentran con un enemigo de ese talante? Un Xi Jinping discreto, pragmático y eficaz, que no despliega bases militares, sino poderosas infiltraciones tecnológicas y austeros acopiadores de riqueza allá donde es posible arañarla, porque no gravita sobre Mao, sino sobre Confucio. Un Putin atrevido y provocador, dispuesto a los mayores alardes y a perpetrar atroces desatinos con tal de conseguir sus objetivos. Se sabe bien apoyado internamente, tanto por unos oligarcas a los que mima y agasaja como por unos súbditos a los que coacciona con aspereza; situado ante un frente occidental dividido y timorato (o prudente), que ha perdido el apoyo incondicional que le llegaba de América, con el que se sentía protegido. Hasta un aliado puede plantarle cara al amigo americano y ahí tenemos a un Netanyahu al que veremos si detiene las brutalidades que diseña, sin que le importen los rechazos que sus acciones provocan y que parece dispuesto a eliminar a todo un pueblo con tal de apoderarse de su tierra y mantenerse en el poder. En esto último coinciden todos ellos. Les pueden separar muchas cuestiones, pero en esta se compenetran al cien por cien.
Frente a tanta ansia desmedida, no importa el sufrimiento que causan y la destrucción que provocan. Ya encontrarán argumentos para convencer al mundo de que no han hecho más que lo pertinente y que todo habría resultado peor de no ser por sus audaces decisiones.