Síguenos F Y T I T R
Hoy es noticiaEs noticia:
Joves amb veu

El alumno invisible…

|

Últimamente, en las aulas, corregimos demasiadas redacciones que no parecen humanas. Frases demasiado ordenadas, argumentos impecablemente estructurados, conclusiones que suenan más a algoritmo que a adolescente. Y uno se pregunta si está evaluando a un alumno o a una inteligencia artificial.

El fenómeno no es menor. La llegada de herramientas como ChatGPT ha transformado la forma en que los estudiantes se enfrentan a la escritura. Ya no se trata de copiar párrafos de Wikipedia, como hace unos años, sino de generar textos completos en segundos, con coherencia, cohesión y estilo. A primera vista, podría parecer un avance: por fin tenemos redacciones sin faltas, sin repeticiones, sin frases vacías. Pero en el fondo, algo se pierde. Lo que desaparece no es solo la autoría, sino el proceso. Escribir no consiste en juntar palabras bonitas, sino en pensar. En equivocarse, en dudar, en encontrar la manera de decir algo propio. Cuando la inteligencia artificial hace todo eso por nosotros, el aprendizaje se desvanece. No porque la máquina escriba mejor, sino porque nos roba la oportunidad de pensar con nuestras propias palabras. Como docentes, tenemos el reto de enseñar en un contexto donde el acceso a la información y a la producción textual es inmediato. Podemos intentar prohibirlo, pero será inútil. Lo que sí podemos hacer es educar en su uso ético y responsable. Convertir la IA en una aliada, no en una enemiga. Enseñar a nuestros alumnos a distinguir entre apoyarse en una herramienta y delegar completamente en ella. No se trata de nostalgia ni de rechazo a la tecnología. Al contrario: ChatGPT puede ser una herramienta extraordinaria si se utiliza bien. Puede servir para aprender vocabulario, mejorar la expresión, descubrir nuevos enfoques o recibir una primera retroalimentación. Pero su función no puede ser sustituir la reflexión ni la creatividad humana.

Quizás el verdadero cambio que necesitamos no está en el alumnado, sino en nosotros. Debemos repensar cómo evaluamos, qué valor damos al proceso y cómo fomentamos la autenticidad en un mundo donde todo puede parecer perfecto. Tal vez sea el momento de volver a valorar los borradores, las tachaduras, las ideas a medio construir. Es ahí donde se ve el pensamiento, y no en un texto pulido por una máquina. La inteligencia artificial ha venido para quedarse. No podemos encerrarla fuera de las aulas, pero sí podemos decidir qué papel le damos dentro de ellas. Si logramos que nuestros estudiantes comprendan que escribir no es solo producir texto, sino descubrir su voz, entonces habremos ganado algo más que una batalla educativa: habremos enseñado a ser humanos en tiempos de algoritmos.

Sin comentarios

No hay ningún comentario por el momento.

Lo más visto