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Apartheid en Gaza

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Pensar que el plan de Trump para Gaza es un plan de paz solo puede ser posible si uno comparte la visión occidental de la ocupación de Palestina o se tiene predisposición a la ingenuidad o a la aceptación acrítica de lo que cuentan la mayor parte de los medios occidentales. Este plan de paz es en realidad un alto el fuego, pero de ninguna manera permanente como se está viendo ya con las primeras víctimas después de haberse anunciado, entre ellas un periodista que lo celebraba con unos amigos y unas personas civiles que inspeccionaban las ruinas de su casa.

El supuesto plan de paz pretende básicamente la rendición de cualquier oposición al régimen supremacista de Israel -su verdadero objetivo desde el 48-, no contemplándose ninguna posibilidad de creación de un estado palestino viable, ya que la propuesta yanqui redefine las fronteras del 67 anexionándose todas las ocupaciones ilegales de los asentamientos de colonos en Cisjordania y estando por ver que zonas de Gaza podrían quedar definitivamente bajo dominio israelí, ya que de momento ejercería el control de cerca del 60 por ciento sobre la franja. Palestina vería pues una vez más reducido su territorio y totalmente sometida al control fronterizo de Israel, que se reservaría el derecho de penetrar en Palestina cuando lo considerase oportuno. Además, el plan contempla la eliminación del derecho al retorno de la población palestina acordado por la ONU en 1948 y por tanto del estatus de refugiado, lo que probablemente acarrearía el cuestionamiento de la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina, cuyas infraestructuras han sido destruidas por Israel y sus empleados asesinados sin piedad.   

Por otra parte, no se puede llamar paz a colocar en un futuro gobierno gazatí -quien sabe si también para Cisjordania, ya que de este territorio no se dice nada en este acuerdo, aunque también ha sido objeto de la represión continua de Israel- a una entidad tecnocrática que tendría al frente al exprimer ministro inglés Blair -uno de los tres de Azores, junto a Bush y Aznar, que intervino en la invasión ilegal de Iraq- una forma clásica occidental de establecimiento de un protectorado. Tal vez esto le recuerde agradablemente a Blair el pasado imperial de su país y de su nefasto protectorado de Palestina que abrazó la ideología supremacista sionista y permitió su implantación en este territorio con las políticas de ocupación y la consiguiente expulsión de la población autóctona.

En el acuerdo de paz, que se ha limitado de momento a ese alto el fuego cuyo mantenimiento solo depende de Israel, no hay garantía de ningún tipo para los gazatíes. El mismo reparto de ayuda humanitaria depende del gobierno de este país, no muy precisamente favorable a la población palestina, a la que ha masacrado y especialmente a los niños y niñas a los que considera potencialmente terroristas. Según Amnistía Internacional 22.000 niños y niñas han sido asesinados y más de 625.000 menores han tenido que interrumpir su educación. Según la OMS el 50 por ciento de niños y niñas sufren trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad o depresión en un contexto en el que la escasez de alimentos y agua potable ha llevado a un aumento alarmante en la desnutrición infantil. El Comité sobre los Derechos del Niño de la ONU ha denunciado «los continuos secuestros, detenciones arbitrarias y reclusiones prolongadas de niños y niñas palestinos por las fuerzas israelíes, la mayoría de ellos sin cargos».

La Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha determinado en 2024, a instancia de la Asamblea General de la ONU, que Israel ha cometido «múltiples y graves violaciones del derecho internacional contra los palestinos en los Territorios Palestinos Ocupados», e incluso, por primera vez, ha declarado a Israel responsable de apartheid. La Corte Penal Internacional (CPI), de la que no forman parte EEUU ni Israel, emitió por su parte una orden de arresto contra el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, así como contra el comandante de Hamás, Mohamed Deif, al que Israel declara como muerto.

De este gobierno depende la paz en Palestina. Creer en ello es de ilusos o de colaboracionistas con el genocidio. El plan de paz nos recuerda las instauración de los bantustanes en la época del apartheid de Sudáfrica cuando los supremacistas blancos encerraban a la población negra en reservas tribales para tenerla controlada. Solo la imposición de medidas duras contra Israel, como la ruptura de relaciones diplomáticas, el embargo integral de armas, la supresión total del acuerdo de comercio y la suspensión de acuerdos sociales, tecnológicos, educativos, culturales y deportivos permitirá doblegar a este estado genocida.

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