Viajan como un bulto más y son considerados eso, mero equipaje sustituible, como si te perdieran una camisa o rompieran una rueda de la maleta. Los perros de tamaño mediano o grande cuando se trasladan en avión deben ir en la bodega, en cabina solo pueden viajar los que pesan de 8 a 10 kilogramos.
Mona, una perrita argentina debía viajar el 22 de octubre de 2019 desde el aeropuerto de Ezeiza, Buenos Aires, al de Barcelona, con la compañía Iberia, pero nunca llegó a embarcar. Probablemente estresada y atemorizada se escapó durante el traslado al avión, corrió por la pista sin que la pudieran coger y nunca más se supo de ella. Una pérdida irreparable para cualquiera que sepa lo que es tener y querer a una mascota.
Ahora, seis años más tarde, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha emitido un fallo decepcionante y polémico porque ha dado la razón a la aerolínea. Estima que un perro puede ser considerado un equipaje ordinario y no merece mayor consideración, la misma indemnización que si te pierden la maleta. Y eso pese a que la UE reconoce el bienestar animal como un objetivo de interés general, qué suerte.
La sentencia es la respuesta a la demanda por daños morales que presentó la dueña de Mona y ha tenido amplia repercusión, porque además cada cierto tiempo se da algún caso similar. De este modo se restringe la posibilidad de viajar a muchas familias que no quieren dejar a uno de sus miembros atrás o alojarlo en una guardería, servicios que también sufren en Menorca sus puntas de demanda y no siempre tienen sitio. Frente a esta realidad, que trata como objetos a «seres sintientes», según nuestra legislación, hay países más avanzados como Italia, que han abierto una nueva etapa en la normativa de aviación civil al permitir perros más grandes, de hasta 25 kilogramos, en cabina. El primer vuelo de prueba se realizó el pasado 23 de septiembre entre Milán y Roma, con dos perras de familia a bordo, Moka y Honey, en primera y última fila junto a sus dueños. ITA Airways hizo historia y nosotros seguimos a años luz.