Reunidas ya las flores con los recuerdos, que ponen nombre al silencio de las lápidas, dicen que es buen mes «el que comienza con los Santos y termina en San Andrés». Noviembre, mes triste por hojas caducas y ángeles caídos, no olvida en el medio a San Martín, el del veranillo, patrón de numerosos pueblos: Es Mercadal entre ellos. Dice Cunqueiro –lo decía en 1959– en su artículo «Santos sin lágrimas», evocando a Phillips Mc Calvert, supuesto poeta americano, que «la misericordia de Martín, partida la capa y dándole la mitad al pobre, no fue apreciada por el jefe de su regimiento, que lo sancionó por presentarse a la revista con media prenda…».
Un derroche, imputaba el verso. Algunos estudiosos de la obra ‘cunqueirana’ sostienen que Mc Calvert nunca existió, sino que solo vivió en la imaginación del lucense. No imaginado, sí real, el bello cuadro que representa a un San Martín renacentista de cuyo lienzo nos habló el señor Pons Montanari, a la sazón director del Hotel del Almirante, cuando en 2003 nos invitó a verlo en Collingwood House. Eugenio Villalonga fue testigo. El gerente conceptuó la obra como una copia con antigüedad peritada de varios siglos de autor desconocido, seguramente copista en una escuela de la Edad Moderna. Se reproduce en la pintura con singular vivacidad la fisonomía de los retratados: Martín, caballero ecuestre recortando la capa, y el mendigo de rostro grave, que, con dignidad, su mitad aguarda…