Una de las palabras más repetidas es «tiempo». Hablamos de ganar tiempo y de perder tiempo. San Agustín se preguntó: «¿Qué es el tiempo?». Dijo que si nadie se lo preguntaba, lo sabía; pero que si tuviera que explicárselo a alguien, no sabría cómo. A mí no me pregunten. Para Einstein, el tiempo es una ilusión. Y Cervantes escribió: «No hay recuerdo que el tiempo no borre, ni pena que la muerte no acabe». La RAE lo define como «duración de las cosas sujetas a mudanza». La mudanza no es solo trasladarse de una casa a otra, con el trabajo que implica. También significa cambio, transformación. Y la vida no es inmutable, aunque permanezcamos inmutables o impertérritos frente a tanta corrupción. Procuremos hablar a su debido tiempo. Decimos que hace buen tiempo cuando nos referimos a condiciones meteorológicas, y de los tiempos del verbo: pasado, presente y futuro. En música, tiempo es cada una de las partes iguales en que se divide el compás. El tiempo geológico se mide en millones de años. Hay un tiempo muerto y un tiempo inmemorial. Trabajo a tiempo parcial y, al mismo tiempo, empleo público. Andando el tiempo, podemos mejorar. Dale tiempo a la gente para que aprenda, sin agobiarla.
De un tiempo a esta parte, hablamos de los buenos tiempos, porque tendemos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. No hay tiempo que perder. Reaccionemos o después nos quejaremos amargamente. Y si no, al tiempo.