El exmandatario francés Nicolas Sarkozy y su esposa, Carla Bruni, dijeron hoy que denunciarán la difusión de unas grabaciones de conversaciones íntimas por parte de un antiguo consejero presidencial, en un escándalo que ha sacudido a los conservadores en pleno mes electoral.
La polémica comenzó a circular la víspera, cuando se conocieron detalles, pocos, de esas grabaciones, cuya autoría se sitúa en Patrick Buisson, un antiguo periodista ultraconservador y asesor de comunicación del expresidente que niega ser quien llevó a cabo la filtración.
Por medio de sus abogados y después de que hasta el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, les animara a ello, Sarkozy y Bruni comunicaron la iniciativa legal porque «no pueden aceptar que declaraciones hechas a título privado hayan sido grabadas y difundidas sin su consentimiento», indicaron los letrados.
Aunque las frases filtradas no suscitan preocupación de que lleguen a revelar secretos oficiales, sí parecen formar parte de conversaciones informales e íntimas de cuya grabación los protagonistas no eran conscientes.
Si no, cómo pensar que Sarkozy o Bruni se prestaran a confiar en dejar en soporte documental palabras sobre quién «lleva los pantalones» en la pareja o acerca del que aporta más ingresos en el matrimonio.
«En nuestra pareja ella es el hombre», dice Sarkozy en las grabaciones sobre Bruni, quien se compara con la edad de estrellas del cine y con lo que ganan: «¿Julia Roberts 44, Sharon Stone 52, Julianne Moore 53? Todo eso, contratos grandiosos, ¿no? ¿Que no los puedo aceptar de momento? Eso no se hace».
El anuncio de la denuncia ante los tribunales se produce un día después de que el semanario satírico «Le canard enchaîné» y la web «Atlantico» publicaron los extractos de cinco conversaciones grabadas en 2011 por Buisson.
Sarkozy y su esposa bromean en ellas sobre dinero y patrimonio, y del presidente y sus colaboradores, opinando sobre algunos ministros o sobre la prensa.
A Buisson se le considera un experto en comunicación y a él se ha llegado a atribuir la «derechización» de Sarkozy durante su infructuosa campaña de reelección presidencial en 2012.
Buisson reconoce ser el autor de las grabaciones, pero no de su difusión, y asegura que registró esas conversaciones como método de trabajo, para evitar tomar notas, y que nunca las borró, pero han terminado en la prensa porque fueron robadas.
El letrado Guilles-William Goldnadel anunció en el canal BFM TV que el experto en comunicación presentará una denuncia por robo para aclarar «quién está detrás de todo esto».
Algunos allegados al político conservador señalaron que no eran conscientes de que las conversaciones se estuvieran grabando, como Claude Guéant, quien fuera secretario general del Palacio del Elíseo y luego ministro del Interior durante la presidencia de Sarkozy (2007-2012).
«Para mí es una gran sorpresa. No me esperaba algo así. Se trata de un procedimiento incomprensible e inaceptable. Nunca oí hablar de grabaciones oficiales, no vi una grabadora sobre la mesa», declaró Guéant.
Rápidamente la líder ultraderechista Marine Le Pen aprovechó la ocasión que le brindaba un nuevo escándalo entre los rivales conservadores para pedir el secuestro de las polémicas grabaciones.
La responsable del Frente Nacional (FN), con las encuestas a su favor, aprovechaba para tomar una posición casi de defensa de la República al solicitar esa acción judicial enarbolando razones de seguridad nacional, cuando quedan tres semanas para las elecciones locales.
Dos años después del triunfo del socialista François Hollande en las presidenciales llega el momento de comprobar en las urnas hasta qué punto los sondeos tienen razón cuando colocan al jefe del Estado en un mínimo histórico de apoyos y si eso se traduce en un descalabro del Partido Socialista.
Sarkozy -embarcado en un hipotético, pero no desmentido regreso a la primera fila para intentar arrebatarle a Hollande la presidencia francesa- ve ahora complicada su estrategia con una revelación de una conversación de «andar por casa», que no necesariamente le sitúa por encima de batallas políticas o domésticas.