El lunes 18 de junio de 2018 Iñaki Urdangarín ingresó en la cárcel de Brieva, en Ávila, para cumplir su condena de 5 años y 10 meses de prisión que le impuso el Tribunal Supremo por el Caso Nóos. En enero de 2021 se le concedió el tercer grado penitenciario y, en marzo de este año, obtuvo la libertad condicional. Los medios de comunicación han seguido su caso al detalle, pero ahora se conoce en profundidad cómo fue su estancia en prisión. El periodista y director de Vanitatis, Nacho Gay, ha publicado Urdangarín, relato de un naufragio, un libro en el que pormenoriza el día a día del exduque de Palma en la cárcel de Brieva.
El periodista afirma que Urdangarín no ha sido un preso común y que su paso por prisión estuvo repleto de privilegios. Para empezar, por motivos de seguridad, estuvo solo en el ala de una cárcel de mujeres. «El módulo de tránsito en el que estaba, porque era una cárcel para mujeres, se pintó y se reformó días antes de que entrara en la cárcel», ha explicado el periodista, que sostiene que el yerno del rey emérito tenía un espacio más grande de lo normal -un patio de 200 metros y 100 metros de casa construida-, contaba con aire acondicionado y una cama de matrimonio. El deporte fue una de sus principales vías de escape, y se le instaló una bicicleta estática frente al televisor, donde pasaba horas pedaleando.
La lectura fue otro de sus grandes pasatiempos. La celda de Urdangarín, que no era propiamente una celda, ya que contaba con una habitación y un salón, contaba con una completa librería, compuesta principalmente por ejemplares de religión y filosofía, que recibía periódicamente. A pesar de todas esas comodidades, Urdangarín pasó su estancia en prisión en soledad, ya que no tenía ni un solo compañero en su módulo: «Es verdad que lo pasó muy mal en la cárcel. Estuvo 949 días solo, 24 horas solo. Solo hablaba con los funcionarios y con el capellán de la cárcel, con el que entabló una relación estupenda», sostiene Gay.
Al principio, la infanta Cristina visitaba con frecuencia a Urdangarín, pero pasaba el tiempo y los acercamientos fueron decreciendo. El periodista afirma que, ni Urdangarín ni la infanta pidieron nunca una visita íntima: «Urdangarin no pisó un locutorio jamás, porque él recibía las visitas en su sala de estar. No pidieron en ningún momento vis a vis y la relación salió tocada de allí. La logística era complicada. La infanta tenía que coger un avión desde Ginebra, luego una furgoneta». Uno de sus momentos más tristes fue cuando su hija Irene, la más pequeña, no se presentó en prisión porque «le plantó por hacer planes con sus amigos. Ese día se llevó un disgusto enorme y así se lo comentó a todas las personas que le rodeaban», apostilla el periodista.