Por lo general, los gatos son mucho más sensibles al agua que los perros. Son animales que se estresan con facilidad y cualquier actividad que interrumpa su rutina, puede generarles malestar. Además, ellos mismos se mantienen limpios, aseándose con su propia lengua. Si a esto le sumamos que los felinos domésticos no suelen jugar en espacios exteriores, sus posibilidades de ensuciarse son muy reducidas. No obstante, los gatos sí pueden bañarse y debe hacerse como mínimo una vez cada cuatro o seis semanas. A los cachorros se les puede dar un baño a partir del segundo mes de vida.
Generalmente, los gatos de pelo largo son los que necesitan un baño más a menudo. Su pelaje hace que sean más propensos a acumular suciedad. Además, se les pueden generar nudos si no se sigue una rutina de cepillado frecuente, y estos deben desenredarse bajo el agua. Por otro lado, los felinos de pelo corto no requieren baños tan frecuentemente. Aunque se mantienen limpios durante periodos más largos, es importante cepillarlos una vez por semana para retirar la suciedad y eliminar el pelo que han perdido. Los gatos sin pelo sí necesitan bañarse más a menudo por el exceso de grasa corporal que general, especialmente en verano, los expertos recomiendas cada 15 días. Además, la periodicidad del lavado también puede variar en función de la edad, los gatos más ancianos necesitan baños más esporádicos.
Para el momento del baño, es conveniente elegir un periodo en el que la mascota esté tranquila y muestre menor nivel de actividad. Antes de encender el grifo, lo más recomendable es cepillar su pelaje para eliminar nudos y excesos de suciedad. Con un champú especial para gatos y agua tibia, mójalo con cuidado evitando que el agua o el champú roce la cabeza, los ojos o la boca. Con cuidado, sécalo con una toalla y asegúrate de eliminar toda la humedad. Puede ser necesario el uso del secador en el caso de gatos con pelo largo, para ello, elige la función de 'aire frío' y mantenlo alejado de su piel.