O la amas o la odias, la arena es ese elemento característicos de la mayoría de playas españolas. Pese a que se puede encontrar en diferentes tonalidades, de dorado o caramelo a color caliza o marrón, hasta las hay en negro, si se trata de una playa volcánica, sus cualidades suelen ser las mismas o muy parecidas: un material granular de pequeñas dimensiones y tacto áspero. Sin embargo, por esto último, es común oír como las costumbres populares recomiendan un baño de arena para exfoliar la epidermis.
Esta limpieza cutánea puede ser beneficiosa si se realiza con precaución. La arena de la playa puede actuar como un exfoliante natural, ayudando a eliminar las células muertas en la capa más superficial de la piel, zona que dejará suave y preparada para conseguir el bronceado del verano. Sin embargo, hay que tener cuidado para no provocarnos algún tipo de lesión o infección. Siempre hay que comprobar que la zona esté limpia de pequeños insectos, como las larvas migratorias que pueden provocar sarpullidos acompañados de un picor intenso. De igual manera, una exfoliación muy agresiva puede producir irritación o quemaduras en la piel.
Si tienes la piel muy sensible o con tendencia acneica, lo mejor es optar por otros métodos siempre aconsejado por un experto. No obstante, los pies son más resistentes al proceso, lo cual permite caminar descalzo en la orilla. Una alternativa muy beneficiosa que no te expondrá a los posibles inconvenientes de la exfoliación. Andar por la playa mejora y acelera el proceso de curación de los pies cuando están dañados por problemas de dermatitis atópica o psoriasis. También en la planta, los pequeños gránulos actúan como exfoliante. Pero no solo eso, el contacto directo estimula el riego sanguíneo, lo que previene la formación de varices o la sensación de pies hinchados.