Debido a la radiación ultravioleta (UV) que emite, el sol puede resultar perjudicial en determinadas circunstancias. Estos rayos pueden dañar el ADN en las células de la piel y aumentar el riesgo de desarrollar cáncer cutáneo, así como propiciar el envejecimiento prematuro. Asimismo, la intensa temperatura que emite puede dar lugar a un golpe de calor, pero en especial, las consecuencias que se desarrollan más frecuentemente son las quemaduras. Aunque con el paso del tiempo, cada vez más gente está concienciada de cómo evitarlas, sigue siendo importante recordar el uso adecuado del protector solar. Por ese motivo, te explicamos las siete claves para usar la crema solar y no quemarte este verano.
Fecha de caducidad
Todos los productos cosméticos llevan un símbolo que señala su fecha de caducidad. Este indicador es una silueta de un bote de crema llamado PAO, en inglés period after opening. Este icono simboliza los meses que puede permanecer abierto el producto antes de que pierda sus cualidades y efectividad. Por lo que, si vamos a utilizar un protector solar que ya tenemos abierto, es recomendable revisar su número PAO, para comprobar que no ha sobrepasado ese «período después de abierto».
Resistente al agua
No todas las marcas utilizan los mismos términos para referirse a la resistencia del producto cuando la piel entra en contacto con el agua. La tecnología que hay detrás de las cremas puede ser un factor determinante en su utilidad. Water resistant se refiere a aquellos que no pierden su escudo solar hasta 40 minutos después de haber entrado en contacto con el agua. Waterproof, por otro lado, es más duradero, actúa más de 80 minutos tras experimentar la presencia de agua. Por otro lado, aquellos que indican que son aptos para wet skin significa que se puede aplicar sobre la piel mojada.
Atención en las partes «olvidadas» del cuerpo
Existen algunas partes del cuerpo que se nos olvidan cuando nos ponemos protección solar. O bien porque no están a la vista, como los empeines que se suelen enterrar entre la arena, o porque no están a nuestro alcance, como la parte más baja de la espalda. Otras zonas que tienden a estar más expuestas al sol son la parte de arriba de las orejas, la línea del cuero cabelludo, los labios, los párpados y el dorso de las manos. También es importante proteger con mayor eficacia cicatrices y lunares.
Mayor cuidado en los menores
En primer lugar, los bebés menores de 1 año no deben exponerse directamente a la luz solar en ninguna circunstancia prolongada. Para evitar la exposición solar directa se aconseja el uso de gorros y ropa protectora, mantener a los niños bajo la sombrilla y evitar las superficies reflectantes como el agua o la arena. También, a los pequeños con pieles sensibles se les debe aplicar una protección con activos hipoalergénicos. Finalmente, es importante tener en cuenta que las quemaduras sufridas en los primeros 20 años de vida pueden aumentan el riesgo de cáncer a lo largo de la vida de las personas hasta en un 80 %.
Volver a aplicar la crema
La primera aplicación del producto debe ser media hora antes de tomar el sol. Tras este momento, conforme se vaya desarrollando la jornada, la recomendación es volver a aplicar la crema cada dos horas estando en el exterior. Además, es necesario hacer una aplicación de crema después de bañarse, nadar, sudar o secarse con la toalla. No obstante, muchos de estos productos indican en su etiqueta el periodo de tiempo en el que resultan efectivos y cada cuánto se debe reaplicar.
Acorde al fototipo personal
El Factor de Protección Solar (FPS) indican el tiempo que la piel puede resistir sin quemarse a la exposición del sol. También es cierto que este tiempo depende también del tipo de piel de cada persona. Por ejemplo, FPS 50 indica que cuando se usa en la piel, esta resistirá aproximadamente 500 minutos lo efectos nocivos del sol. En concreto, este factor será necesario en las pieles de fototipo bajo. Según la clasificación ideada por Fitzpatrick, dermatólogo de la Universidad de Harvard, existen seis fototipos diferentes en base a su tonalidad, facilidad para quemarse y capacidad para broncearse. Siendo el fototipo I, el más bajo, la piel más clara y el fototipo más alto, el VI, la piel más oscura. Por otro lado, el cutis en el rostro es más fino y delicado, por lo que conviene utilizar un producto específico para la cara.
Radiación ultravioleta A y B
Podemos encontrar dos tipos de radiaciones ultravioletas. La más común es la radiación ultravioleta A, es la más penetrante, capaz de atravesar las ventanas, causa el envejecimiento prematuro de la piel, pero no provoca quemaduras. Por su parte, la causante de las lesiones del sol es la ultravioleta B. Produce el enrojecimiento y el bronceado, pero con el transcurso de los años puede aumentar el riesgo a sufrir cáncer cutáneo o la aparición de un melanoma. Conociendo la diferencia entre los ambos elementos, lo óptimo es encontrar un factor protector para UVA y UVB.