En España, el verano trae consigo la necesidad de optar por comidas ligeras y refrescantes que, al mismo tiempo, sean fáciles de preparar. Olvidando las típicas ensaladas y cremas frías, hay un plato con una combinación sorprendente que se ha hecho un hueco en las cartas y hogares españoles: el melón con jamón. Este sencillo plato tradicional ofrece un equilibrio único entre la dulzura natural del melón y el matiz salado y curado del jamón.
Esta receta, que ha sido adoptada con entusiasmo durante siglos, se sirve principalmente en los meses de primavera y verano, siendo una alternativa a las comidas pesadas y un placer para el paladar. La armonía entre el melón dulce y el jamón curado es clave en su éxito, y aunque parezca básica, su preparación requiere algunos detalles para conservar su autenticidad y frescura.
Orígenes y características del plato
El matrimonio entre melón y jamón serrano tiene raíces que se remontan al siglo XVII, cuando comenzó a popularizarse en la península ibérica. Se trata de una tradición que, aunque común en España, también ha sido adoptada en países vecinos como Francia e Italia, aunque con pequeñas diferencias en la preparación y elección del jamón.
El melón, que proviene inicialmente de Asia y fue conocido por los romanos, llegó a España principalmente gracias a la influencia árabe durante la Edad Media. Históricamente, en el siglo XVI ya era común consumir melón antes de las comidas en diversas regiones del territorio español, valorándose su sabor refrescante y su capacidad para estimular el apetito.
Por su parte, el jamón serrano aporta un sabor salado y curado que complementa la textura jugosa y dulce del melón. La calidad del jamón es fundamental para que el plato luzca en su mejor versión, siendo recomendables las lonchas finas y cuidadosamente curadas para no saturar el sabor delicado del melón.
Preparación y variantes de la receta tradicional
Aunque la receta básica sólo requiere melón y jamón, las formas de presentación pueden variar según gustos personales o creatividad culinaria. La base siempre implica un melón frío y libre de pepitas, ya que esto favorece el contraste entre frío y textura frente al salado y ligeramente más fuerte del jamón.
Una de las preparaciones más comunes consiste en cortar el melón en tiras largas o cuñas que se envuelven con lonchas delgadas de jamón serrano, formando un bocado compacto y sencillo. Sin embargo, existen variantes mucho más originales, como cortar la carne en pequeñas bolas usando una cuchara parisina para conseguir una textura distinta y un diseño más elegante.
En otros casos, el melón se corta en dados pequeños y se envuelve con el jamón, o incluso se mezcla en forma de ensalada fría donde ambos ingredientes se combinan junto con hierbas frescas o un toque ligero de aceite de oliva. Sin importar la forma, la premisa fundamental es mantener el melón ligeramente dulce y siempre frío para potenciar el contraste sensorial.