Durante los meses fríos del año, muchas personas en España experimentan un aumento notable en el dolor y la rigidez de sus articulaciones. Aquellos que han sufrido lesiones recientes o padecen afecciones previas suelen ser los más afectados, llegando a relacionar directa y comúnmente el descenso de las temperaturas con un empeoramiento de sus síntomas. Pero, ¿existe realmente una base científica que explique cómo afecta el frío a nuestras articulaciones?
Según un especialista de Cinfa Salud, sí hay fundamentos para esta asociación, aunque todavía no se ha establecido una causa definitiva y única. En ese sentido, se destacan varias teorías que aportan perspectiva y explican de forma integrada por qué el frío puede provocar este malestar en las articulaciones.
En términos generales, el frío influye en el organismo con mecanismos fisiológicos que impactan directamente en la función muscular y articular, indicando que esta relación va más allá de una simple sensación térmica incómoda. Una de las hipótesis más estudiadas sostiene que la exposición a bajas temperaturas induce la contracción involuntaria de los músculos que rodean las articulaciones. Esta contracción persistente se interpreta como un mecanismo natural del cuerpo para conservar el calor interno, pero a la vez puede incrementar la tensión y la presión intrarticular. De este modo, la sensación de dolor y rigidez articular se vuelve más intensa, sobre todo en personas con antecedentes de lesiones ligamentarias, artritis o tendinopatías.
Además, es fundamental considerar los efectos de los cambios en la presión atmosférica, muy vinculados también con las variaciones climáticas invernales. Según el experto, estas alteraciones presionan las terminaciones nerviosas sensitivas ubicadas en el tejido periarticular, lo que podría estimular una respuesta dolorosa mayor en las articulaciones. Este fenómeno explicaría por qué los días de baja presión coinciden con episodios agudos de dolor en pacientes con patologías osteoarticulares crónicas.
La viscosidad del líquido sinovial y su impacto en el dolor
Desde otro ángulo, se contempla el papel del líquido sinovial, responsable de lubricar y amortiguar las articulaciones. Las investigaciones sugieren que las variaciones climáticas, concretamente el frío y la caída de la presión atmosférica, pueden alterar la viscosidad de este fluido. Un incremento en dicha viscosidad dificulta el movimiento suave entre los cartílagos y las superficies articulares, generando mayor fricción y, por ende, rigidez y dolor. Este efecto sería particularmente relevante para personas que viven en zonas con inviernos rigurosos o que padecen enfermedades como la osteoartritis, donde la pérdida o deterioro del líquido sinovial es un problema habitual.