Europa, históricamente reconocida como el epicentro de la industrialización mundial, afronta en 2025 un periodo complicado marcado por la decadencia de su espacio industrial y una dependencia energética crecientemente cuestionable. Desde España hasta Alemania, pasando por otros países miembros de la Unión Europea, el panorama parece reflejar una profunda transformación que preocupa a analistas económicos y expertos del sector.
Un ejemplo representativo proviene de las declaraciones recientes del economista Marc Vidal, quien advierte que el viejo continente, que fue motor de la revolución industrial hace siglos, hoy se enfrenta a una realidad preocupante, casi como si se viera «vendido» y distanciado de su legado tecnológico e industrial.
El legado industrial europeo y su declive actual
Durante los siglos XVIII y XIX, Europa estuvo en el centro de revoluciones industriales que transformaron el mundo. Inventos como la máquina de vapor de James Watt y el motor de combustión interna de Carl Benz fueron símbolos de ese liderazgo tecnológico. España, junto a otros países europeos, se benefició de esa revolución, que impulsó sectores fundamentales como la siderurgia, la química y la automoción.
Sin embargo, ya en las últimas décadas este dominio ha ido disminuyendo. En 2025, la producción manufacturera en países europeos muestra caídas significativas. Fabricantes automovilísticos españoles y europeos registran beneficios en mínimos históricos. Las compañías químicas recortan su producción y las acerías detienen hornos, lo que pone en jaque a cientos de proveedores que, directa o indirectamente, participan en la cadena productiva. Esta desindustrialización está asociada a factores globales como la competencia de los mercados emergentes, pero también a decisiones políticas y regulatorias adoptadas dentro de la Unión Europea, especialmente en Bruselas, según Vidal. El impacto de políticas tecnócratas desconectadas de la economía real genera un efecto negativo en la competitividad y el atractivo industrial del continente.
En materia energética, la UE promueve un discurso de independencia y soberanía que contrasta con la realidad del mercado. La idea de una Europa autosuficiente en energía es, en gran medida, un espejismo, sostiene Vidal. La realidad demuestra que el continente continúa dependiendo del gas y el petróleo extranjeros, solo que en 2025 ha cambiado sus proveedores habituales. La dependencia pasa de Rusia a países como Estados Unidos, Argelia, Nigeria y Qatar. Estos países, en muchas ocasiones, tienen intereses geopolíticos que no siempre coinciden con los europeos y sus precios son elevados. Esta estrategia, según explica Vidal, no hace más que trasladar la dependencia de un lugar a otro y aumentar costes y contaminación por el transporte adicional de estos combustibles.
carlessComo que no hay ricachones en China...