La llegada de la Navidad despierta ganas de celebrar, compartir grandes comidas y, por supuesto, disfrutar de buenos vinos. Muchas personas optan por comprar vinos más selectos y algo más caros que los habituales, buscando un plus en la calidad y el sabor. Sin embargo, no basta con gastar un pastón en una botella elegante: si no sabemos servirlo adecuadamente, es muy probable que no alcancemos el máximo disfrute ni valoremos todos sus matices.
El verdadero arte al degustar un vino reside en mantener su esencia intacta desde que lo sacamos de la botella hasta la última copa. Para ello, hay que cuidar detalles que van del manejo correcto del corcho a la temperatura precisa, pasando por la elección de la copa y la posible decantación. Olvidémonos del postureo; no hace falta fingir ser expertos en vinoteca, sino prestar atención a cuatro pasos básicos para que el vino realmente brille en la mesa.
La Navidad es el momento ideal para mimar los vinos de reserva y gran calidad, aquellos que llevan años evolucionando y que merecen ser presentados en condiciones óptimas para revelar toda su personalidad y sus aromas más complejos.
La temperatura ideal: clave para liberar aromas y sabores
Una de las razones más comunes por las que un buen vino puede decepcionar es que se sirva a una temperatura inadecuada. Esto afecta significativamente la percepción de sus características organolépticas: olores, sabores y texturas. Por eso, es fundamental ajustar la temperatura de servicio según el tipo de vino:
- Vinos tintos jóvenes y crianzas suelen servirse entre 14 y 16 °C para mantener su frescura sin perder cuerpo.
- Tintos reserva y gran reserva requieren temperaturas un poco más elevadas, de 16 a 18 °C, que permitan liberar su complejidad aromática.
- Vinos blancos deben estar fríos, alrededor de 8 a 12 °C, para preservar la acidez y los aromas florales y frutales.
- Espumosos y cavas se disfrutan mejor muy fríos, en torno a 6 a 8 °C, para realzar su frescura y burbujas.
Es recomendable evitar meter el vino en frío extremo o servirse demasiado caliente, pues se pierden aromas o el alcohol domina excesivamente. Para enfriar, lo ideal es hacerlo progresivamente em frigoríficos o cubetas con hielo y agua durante unos 20 a 30 minutos.
Descorchar sin errores: el paso esencial para no estropear el vino
Cuando llega el momento de abrir la botella, es vital hacerlo con cuidado y sin prisas. No se necesita ser un sumiller profesional, pero sí contar con un buen sacacorchos y seguir unas pautas para evitar problemas:
- Cortar la cápsula justo por debajo del reborde que recoge gotas, para evitar que gotee vino al servir.
- Introducir la espiral del sacacorchos en el centro del corcho, con cuidado de que no se rompa ni se atraviese por completo para que no caigan restos dentro del vino.
- Extraer el corcho con giros suaves, favoreciendo la entrada de aire, lo que ayuda a sacar el tapón sin esfuerzo.
- Evitar agitaciones durante la apertura para que no queden posos en suspensión.
- Limpiar bien el cuello de la botella tras retirar el corcho, para eliminar cualquier resto que pueda alterar el sabor.
De este modo, evitamos errores comunes que pueden deteriorar la calidad del vino antes siquiera de probarlo.
El tamaño y forma de la copa: más que un detalle estético
Aunque pareciera un mero capricho, la elección de la copa influye directamente en la percepción del vino. Cada variedad se beneficia de un diseño específico que potencia sus puntos fuertes:
- Copas para vino tinto: deben tener un cáliz ancho y boca grande, para facilitar la oxigenación y liberar aromas. Ejemplos clásicos son las copas Burdeos y Borgoña.
- Copas para vino blanco: son más pequeñas y con cáliz menos amplio para limitar la entrada de aire, preservando su frescura.
- Copas para cava y champán: la copa tipo tulipán es perfecta, porque concentra aromas sin perder burbujas, a diferencia de las copas anchas o muy estrechas que se usaban antes.
Un consejo imprescindible: siempre utilizar copas transparentes y sin detalles coloreados que puedan alterar la percepción visual, ya que la vista forma parte fundamental del disfrute.
¿Cuándo y por qué decantar el vino?
Decantar consiste en pasar el vino a otro recipiente para airearlo y separar posos, un proceso muy útil pero no para todos los vinos ni situaciones. En España, muy valorado por los amantes del vino de guarda es el uso acertado del decantador en:
- Vinos Reserva y Gran Reserva que han envejecido varios años y pueden mostrar aromas a humedad o tierra, que desaparecen tras la oxigenación.
- Botellas con posos notorios, que podrían molestar al beber. Decantar ayuda a dejarlos en el fondo del recipiente sin que lleguen a la copa.
Decantar de forma indiscriminada todos los vinos es un error y una forma de caer en la moda sin sentido. Muchos vinos jóvenes o blancos no necesitan oxígeno y se benefician más de servirse directamente.