El Gobierno haitiano ha recibido de la ayuda internacional más alimentos de los que puede almacenar y distribuir, según dijo a Efe el coordinador nacional alimentario nombrado tras el terremoto del pasado martes, Michel Chancy. "En principio tenemos suficiente comida, el problema es la recepción y almacenamiento", dijo Chancy, secretario de Estado de Agricultura.
Por su parte, el primer ministro, Jean Max Bellerive, dijo a Efe que se han recogido y enterrado hasta el momento 72.000 cadáveres, a los que habría que sumar los "muchísimos" retirados por sus propias familias o por la Misión de la ONU para la Estabilización en Haití (MINUSTAH).
"Cuando dije el primer día que habría más de cien mil muertos me dijeron que estaba loco; hoy constato que estaba muy por debajo de la realidad", aseguró, sin atreverse a aventurar una cifra total de fallecidos.
En cuanto a los damnificados, los dividió en dos grupos: los que tienen su casa destruida, que son 300.000 familias (aproximadamente un millón y medio de personas) y una cifra similar de familias que tienen fisuras y grietas en sus viviendas, y que en muchos casos tendrán que derribarlas.
El total de damnificados supone entonces la tercera parte de la población de Haití, el país que antes del terremoto ya era el más pobre de América.
"La realidad del desastre es algo inimaginable, es como un bombardeo de una semana entera sobre la población civil. Hasta los perros dejaron de ladrar durante tres días", dijo Bellerive para ilustrar la "absoluta conmoción" que supuso el seísmo.
Según el primer ministro, las prioridades de su Gobierno son ahora dar alimento, agua y cobijo a los damnificados, especialmente antes de que lleguen las lluvias.
Sin embargo, en una reunión previa con la célula de crisis creada entre el Gobierno, las principales agencias humanitarias de la ONU y algunos países donantes, quedó de manifiesto que la recepción y organización de la ayuda es algo que sobrepasa a las capacidades actuales.
El coordinador nacional de ayuda alimentaria, Michel Chancy, ilustró los principales problemas: falta de logística para la recepción y el almacenamiento y necesidad de crear cordones de seguridad en cada convoy humanitario.
Chancy criticó el hecho de que ayer llegaran al aeropuerto de Puerto Príncipe dos aviones (que no identificó) con siete toneladas de ayuda que ni siquiera tenía autorización de aterrizaje, por lo que pidió a los eventuales donantes que respeten las medidas de seguridad.
"Primero hay que garantizar el orden y luego distribuir (pero) la policía está sobrepasada", dijo Chancy, y no puede evitar incidentes como el de ayer, cuando dos agentes de la Protección Civil dominicana que participaban en una operación de auxilio alimentario fueron atacados y heridos de bala en un punto del territorio que no precisó.
No es de extrañar, pues el primer ministro dijo que toda la región de Puerto Príncipe cuenta con una fuerza de 2.000 policías sobre el papel, pero solo un sesenta por ciento está disponible, y los agentes se encuentran agotados tras haber hecho turnos de hasta 48 horas sin descansar.
Por ello, el Gobierno haitiano ha pedido la ayuda de Estados Unidos y de Canadá para que envíen tropas que ayuden a mantener el orden.
Hasta ahora, el Gobierno estadounidense ha trasladado a dos mil miembros de la 82 Airborne Division a Haití, según dijeron a Efe fuentes de este cuerpo, y se esperaba que lleguen más en los próximos días.
Pese a todos los problemas de inseguridad, ayer fueron distribuidas 73.000 raciones entre los damnificados por el seísmo -la quinta parte procedente del programa dominicano de ayuda a los siniestrados-, y el Gobierno tiene previsto aumentar esa cifra hasta las 135.000 raciones. El primer ministro trató de explicar la tardanza en la llegada de ayuda a la población: "El Gobierno se ha visto duramente afectado, ninguna estructura de respuesta quedó en pie, ni Palacio Nacional, ni oficina del primer ministro, ni ministerios... tuvimos que ir a buscar a cada operador y cada ministerio casa por casa". Así es: las reuniones de la célula de crisis formada entre los principales ministerios y las agencias de la ONU se celebran en una oficina del poder judicial cercana al aeropuerto, donde los asistentes se sientan al aire libre, en sillas de plástico o tablones. Una imagen que explica la precariedad en la que hoy malvive el país.