El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha lanzado en las últimas horas llamativas declaraciones que dan cuenta del momento actual en el que se encuentra el conflicto, a una semana vista del inicio de la invasión de Ucrania y con varios objetivos militares ya en su mano, como la central nuclear más grande de Europa o Chernóbil. Para Putin Ucrania y Rusia son un suelo pueblo, una única realidad aunque bien es cierto que su administración califica de «nacionalistas ucranianos» a las personas que han agarrado un kalashnikov y salen en batidas de noche para patrullar sus calles y salvaguardar sus casas.
Con el cerrojo echado a las principales ciudades de Ucrania, hay quien teme que Rusia apueste por recrudecer su estrategia en los próximos días y bombardear con aun menos miramientos si cabe las poblaciones, con el objetivo de insuflar terror a los que todavía resisten desde ellas y obligarles a deponer las armas. Algo así como lo que sucedió en Grozni, capital de la República de Chechenia, cuando Vladímir Putin ordenó la destrucción total de la ciudad en 1999. Las fuentes internacionales cifran en unos 8.000 los civiles muertos por aquella acción, cuya justificación por la parte rusa se buscó en la lucha contra el terrorismo internacional.
La única diferencia formal entre ambos casos reside en la soberanía. Chechenia constituye una de las repúblicas que conforman la actual Federación rusa. Su «pacificación» se trataría por tanto de un «asunto interno» ruso. Obviamente a ojos del derecho internacional Ucrania es todavía un estado independiente y soberano, a pesar de que la actual situación bélica coarte el ejercicio real de sus atributos. Sin embargo, las palabras de Putin dejan claro que su concepto de Ucrania difiere mucho del que tienen sus vecinos, o del que pueda ostentar el resto del mundo en base a la legalidad comunmente aceptada.
Qué pasó entonces. Cuál fue el precio que Putin pagó por bombardear su territorio, por asediar durante meses y machacar con bombas a una parte significativa de sus ciudadanos. La respuesta son sanciones comerciales y económicas sin precedentes. Sin precedentes hasta aquel entonces, claro. Con el tiempo las sanciones se superaron. La disidencia al poder omnímodo de Moscú en la hasta entonces díscola región caucásica había sido aplastada y así se allanó el camino para un nuevo futuro. Un futuro que hoy, en plena guerra de Ucrania, es ya presente.
De Chechenia salen hoy hacia el exterior ingentes cantidades de crudo e hidrocarburos que engordan los balances de las empresas nacionales rusas y sus oligarcas al mando. También han exportado recientemente miles de combatientes fieles al señor de la guerra Ramzán Ajmátovich Kadyrov, y por ende al régimen de Putin, que han sido filmados partiendo entusiastas al combate en Ucrania. ¿Qué les impedirá en un futuro cruzar la frontera y tomar por la fuerza la más cercana Georgia? ¿La amenaza de las sanciones internacionales, tal vez?
Este viernes Putin ha recomendado a sus vecinos «no agravar la situación, no imponer limitaciones» y ha recalcado que «no tiene malas intenciones» para con los Estados limítrofes. «Quiero volver a subrayar, y lo hemos dicho siempre, que no tenemos malas intenciones en relación con nuestros vecinos», dijo el jefe del Kremlin en una comunicación con el gobernador del enclave de Kaliningrado, Antón Alijánov. Recordemos que Putin también dijo hace unas pocas semanas que hablar de una invasión de Ucrania era descabellado.
Viendo la situación de Ucrania, Moldavia y Georgia aceleran. Ambos países comparten algunos rasgos con respecto a sus vecinos eslavos: en concreto cuentan en su interior con tropas rusas y territorios separatistas prorrusos. Por ello han firmado las solicitudes para convertirse en candidatos a la Unión Europea (UE), algo que requiere a partir de ahora seguir los cauces consagrados en el artículo 49 del Tratado de la UE.
Moldavia es una pequeña y empobrecida república exsoviética, el actual estado europeo más pobre, al que Rusia ha arrebatado parte de su territorio, estableciendo una república independiente de facto. Amenazada, en medio de la invasión rusa del país vecino, Moldavia pidió este jueves «vivir en paz, democracia y prosperidad, siendo parte del mundo libre», en palabras de su presidenta, la proeuropea Maia Sandu, quien tras la firma de la solicitud de adhesión alabó la respuesta «serena y decidida» de su pueblo «en un momento en que un peligro real toca a la puerta». El conflicto en Transnistria nació tras el colapso de la Unión Soviética, cuando las fuerzas prorrusas se rebelaron contra el Estado recién proclamado de Moldavia, convirtiéndola en un territorio donde Moscú y los oligarcas prorrusos que la controlan hacen y deshacen a su antojo.
Se estima que Rusia tiene desplegados permanentemente alrededor de Tiraspol, la 'capital' de Transnistria, unos dos mil soldados. Este año incluso su equipo de fútbol se ha clasificado para jugar la Champions, y el Real Madrid ha conocido su campo de primera mano. Según explica a Efe el analista geopolítico Mihai Isac, «está muy cerca de Odesa, el principal puerto de Ucrania y uno de los objetivos de la ofensiva militar rusa». «Aunque de momento los militares rusos de Transnistria no han participado en la invasión de Ucrania su presencia allí inmoviliza a una parte de los efectivos ucranianos, que permanecen en la zona para evitar un posible ataque de esas tropas a Odesa».
Por su parte Georgia fue noticia por la guerra de 2008, en la que rebeldes prorrusos apoyados por el Kremlin se rebelaron contra el Gobierno de Tiflis para establecer, en territorio georgiano, dos enclaves separatistas (Osetia del Sur y Abjasia), manejados por Moscú. Muchos ven paralelismos entre estos hechos y los acontecimientos más recientes, a partir de 2014, en el Donbás ucraniano.
De hecho cuando condenó el reconocimiento por parte de Rusia de Donetsk y Luganks, la presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, alertó de que se estaba repitiendo «el mismo guión que llevó a la ocupación del 20 % del territorio» de Georgia, cuando Moscú reconoció Osetia del Sur y Abjasia. En este contexto, el país decidió lanzarse a firmar la solicitud de adhesión, lo que abre una «etapa importante en el camino de Georgia a la Unión Europea», según dijo su primer ministro, Irakli Garibashvili.
El apunte
Nueva reunión
Este viernes el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha afirmado que la tercera ronda de negociaciones entre Rusia y Ucrania tendrá lugar este fin de semana, en una conversación con el canciller de Alemania, Olaf Scholz. Así lo han trasladado ambas partes, que han acordado volver a dialogar sobre la situación en Ucrania «pronto». En un comunicado, el Gobierno alemán ha indicado que, en la conversación -de una hora de duración- los mandatarios han intercambiado diferentes puntos de vista. Scholz, además, ha expresado su «profunda preocupación» por la situación en Ucrania y ha apuntado a las imágenes e información que llegan desde el país en los últimos días.