La calma relativa del verano toca a su fin y con la vuelta de las vacaciones el Bundesbank desempolva los manuales sobre cómo luchar contra la recesión, que los informes técnicos vaticinan para el próximo invierno. La creación de riqueza del principal motor económico del continente se ralentiza, y el Producto Interior Bruto (PIB) de Alemania se puede contraer a finales de 2022 o principios de 2023 debido a la actual crisis energética, entre otros factores. Los precios del combustible se disparan, la recesión se cierne sobre Europa mientras la inflación sigue desbocada, y el euro vuelve a presentar índices mínimos de dos décadas. Como consecuencia directa, las potencias europeas cada vez venden menos en el exterior.
«Estamos viendo que la subida de la electricidad y del gas en la Unión Europea (UE) está haciendo que se disparen las expectativas de inflación cotizadas en mercado, retrasándose el momento en el que se espera alcanzar el pico, y esto está provocando que la incertidumbre sobre el rumbo de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) se eleve, en cuanto al ritmo de subidas de tipos», señaló la casa de valores Renta 4.
El informe del mes de agosto del banco central alemán retrata la amenaza de una posible recesión en Alemania, que podría instigar una paralización de la economía europea, inmersa en altos niveles de inflación en un momento capitalizado por los elevados precios de la energía y los problemas en la cadena de suministro en la industria alemana. Algunos efectos se perciben ya, como la ralentización del comercio exterior expresado por los países del G20 en el segundo trimestre del año.
En concreto la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indicó que las exportaciones del bloque de países industrializados y emergentes –entre los que se encuentran la vanguardia económica de la UE con Alemania, Francia e Italia– subió un 2,1 % entre abril y junio cuando el incremento fue del 4,8 % en el trimestre anterior. El organismo internacional señaló a los precios elevados de las materias primas y la apreciación del dólar respecto a las otras grandes divisas como los principales frenos al comercio mundial, y mientras el tirón de los precios de la energía estimuló los intercambios en Norteamérica, con alzas de las exportaciones del 10,2 % en Estados Unidos y del 11 % en Canadá, en la Unión Europea las exportaciones únicamente progresaron un 0,3 % entre abril y junio, cuando el aumento había sido del 4 % entre enero y marzo.
Volviendo al informe del Bundesbank, resulta altamente probable que el PIB alemán sufra una contracción en el segundo semestre del año cuando el organismo prevé altos niveles de inflación, de hasta el 10 por ciento, impulsados por el coste de la energía y otros factores tales como la sequía, que dificulta actualmente el tráfico fluvial y así la llegada de las mercancías a distintas fases de la cadena productiva. Ya en el segundo trimestre de 2022 Alemania sufrió un estancamiento de su economía, una contracción que según los expertos del Bundesbank podría desembocar en la recesión que empieza a anunciarse en distintos foros.
En consecuencia la confianza de los empresarios alemanes se ha desplomado de forma especial en julio y agosto, en base al índice del Instituto de Investigación Económica de Múnich (Ifo), ante la expectativa de que la mayor economía europea se contraiga en el tercer trimestre. El presidente de Ifo, Clemens Fuest, no pone paños a la realidad: «el estado de ánimo en la economía alemana es malo», con perspectivas pesimistas para los próximos meses y «alta incertidumbre entre las empresas».
Aunque resulta probable que la producción económica se contraiga en el tercer trimestre en la principal economía europea, en todo caso, los expertos creen que la citada recesión en Alemania no tendrá un largo recorrido, sujeta a los avatares que la guerra de Ucrania depara en el contexto internacional y a su eventual resolución para una mayor estabilización de la economía en términos generales. En referencia a esto la representante alemana en el directorio del BCE, Isabel Schnabel, reconoció que los signos que apuntan a una desaceleración del crecimiento de la zona euro abren la puerta a que la economía de la región entre en recesión técnica, mientras que probablemente tardarán algún tiempo en disiparse las presiones inflacionistas.
No obstante, y a pesar del deterioro previsto de la actividad de la zona euro, Schnabel señalaba que no aprecia «ninguna indicación de una recesión prolongada y profunda en este momento». De cara a la reunión del Consejo de Gobierno del BCE del próximo mes de septiembre, cuando puede revisarse la política de tipos de interés de la entidad, Schnabel se mostraba favorable a que esta vuelva a actuar con decisión, ya que, al mirar los datos más recientes, las preocupaciones que había en julio, cuando el banco central decidió acometer una subida de tipos de 50 puntos básicos, «no se han aliviado».