Ucrania vive desde el comienzo de esta semana pendiente de los rumores sobre el cese, a manos del presidente Volodímir Zelenski, del jefe del Ejército, Valeri Zaluzhni, una destitución que muchos ven como un suicidio en medio de una guerra en la que el general que dirige las Fuerzas Armadas se ha ganado un respeto casi unánime. «La destitución del general Zaluzhni sería, por supuesto, pegarse un tiro no ya en la pierna, sino en la cabeza», ha escrito para sus 1,2 millones de seguidores en las redes sociales el analista militar ucraniano Iliá Ponomarenko, que calificó de «apocalíptica» la reacción en redes sociales a estas informaciones.
Aunque tanto el Ministerio de Defensa como la oficina de Zelenski negaron rápidamente el cese inminente de Zaluzhni, los desmentidos no han logrado convencer a casi nadie, debido, en parte a las informaciones sobre los acontecimientos publicadas por varios medios anglosajones de prestigio que citan fuentes de la presidencia y el Ejército. Según algunas de estas noticias, Zelenski llegó a comunicar a Zaluzhni que estaba despedido, y sólo dio marcha atrás horas después al comprobar la indignación que la filtración estaba provocando en la opinión pública.
La negativa del jefe de la inteligencia militar ucraniana, Kirilo Budánov, y del comandante de las Fuerzas Terrestres, Oleksandr Sirski, a aceptar el encargo del presidente de reemplazar a Zaluzhni también habría contribuido a que Zelenski diera un paso atrás. Una información publicada por la cadena estadounidense CNN este jueves va más allá y asegura, citando fuentes anónimas ucranianas, que Zelenski sigue dispuesto a destituir al jefe del Ejército.
Según la noticia, las fuentes esperan que la decisión se materialice antes de que termine la semana con un decreto presidencial para cesar a Zaluzhni. Los orígenes del cisma Se confirmen o no estas especulaciones, Zelenski y Zaluzhni se han contradicho repetidamente en público en varias ocasiones desde el pasado noviembre, cuando el jefe del Ejército publicó en la revista The Economist un extenso diagnóstico sobre la marcha de la guerra. Zaluzhni reconocía en su análisis que la guerra ha entrado en una fase «posicional» susceptible de favorecer a Rusia después de que la contraofensiva ucraniana del verano pasado se agotara en otoño sin conseguir los resultados esperados.
Preguntado al respecto en varias apariciones públicas, Zelenski no aceptó las conclusiones del general y las calificó de forma indirecta de derrotistas. En una entrevista publicada en diciembre por un medio ucraniano, Zaluzhni contraatacó criticando la decisión del presidente de cesar a los jefes de reclutamiento de todas las provincias ucranianas. Según el general, la medida supuso prescindir de profesionales preparados y ha empeorado el funcionamiento de la movilización. Sólo un día después de esa entrevista, el presidente utilizó una rueda de prensa con medios extranjeros para pedir más resultados y planes concretos al Ejército en cuestiones como la movilización de nuevos soldados.
En una clara alusión a Zaluzhni, Zelenski advirtió contra los excesos de protagonismo personal y las tentaciones victimistas. A lo largo de esta polémica, Zaluzhni ha recibido el apoyo unánime de los políticos de oposición que critican a Zelenski. Además de provocar división en Ucrania, un posible cese de Zaluzhni tendría repercusiones en los países aliados de Ucrania. La profesora de Seguridad Europea de la universidad estadounidense de Georgetown Iulia Joja ha trabajado desde el principio de la guerra con los principales actores de EEUU favorables a Ucrania.
En declaraciones a EFE, Joja destaca el respeto casi unánime que inspira en estos círculos el actual jefe del Ejército ucraniano, si bien advierte de que también es considerado el principal responsable de no haber aplicado la estrategia de concentrar toda la última contraofensiva en una sola parte del frente como habría recomendado la doctrina de la OTAN. Las consecuencias más graves del cese estarían relacionadas, sin embargo, con la imagen de inestabilidad y división que ofrecería Ucrania. «Pese a todo, la mayoría de los estadounidenses no quieren meterse en asuntos internos y quieren estabilidad política. Aquí todo el mundo insiste en eso, desde los militares a los civiles», concluye Joja, que dirige el Programa del Mar Negro del Instituto para Oriente Medio de Washington.