La inflación de la zona euro cayó inesperadamente el mes pasado, lo que refuerza la necesidad de que el Banco Central Europeo empiece a reducir los costes de endeudamiento desde sus máximos históricos.
El crecimiento de los precios al consumo en los 20 países que comparten el euro se ralentizó hasta el 2,4% en marzo, desde el 2,6% del mes anterior, desafiando la previsión de que se mantuviera estable, ya que los precios de los alimentos, la energía y los bienes industriales tiraron a la baja de la cifra principal. La inflación subyacente, muy vigilada por el BCE para calibrar la persistencia de la presión sobre los precios, cayó al 2,9% desde el 3,1%, por debajo de las expectativas del 3,0%, según mostraron el miércoles los datos de Eurostat, la agencia estadística de la UE.
La única preocupación potencial para el BCE será que la inflación de los servicios se ha mantenido estable en el 4,0% durante meses, lo que sugiere que el crecimiento relativamente rápido de los salarios está manteniendo los precios del sector bajo una presión constante.
La inflación lleva más de un año en una senda descendente constante, pero desde el pasado otoño ha caído más rápidamente de lo que muchos habían previsto, lo que ha desplazado el debate a la cuestión de cuándo y con qué rapidez el BCE reducirá las subidas récord de tipos. En su reunión de la próxima semana, se espera que el banco central reconozca la mejora de las perspectivas, pero es poco probable que recorte los tipos de inmediato, ya que ha señalado repetidamente que la próxima reunión crucial para fijar la política monetaria será en junio.
Por este motivo, los inversores no ven casi ninguna posibilidad de que se produzca un recorte el 11 de abril, pero dan por descontado que se producirá en junio, seguido de otras dos o tres medidas más adelante este año. El BCE se ha mostrado cauteloso a la hora de empezar a relajar su política, porque solo espera que la inflación vuelva a su objetivo del 2% el año que viene, aunque algunos analistas privados adoptan una postura más benigna y prevén que la tasa general se sitúe en torno al 2% este otoño. El BCE ha afirmado que necesita conocer los datos salariales esenciales de principios de año antes de sentirse cómodo relajando su política.
Algunos responsables políticos también temen que adelantarse demasiado a la Reserva Federal de EEUU en la reducción de tipos podría ser contraproducente, ya que un recorte debilitaría el euro e impulsaría la inflación importada.
Los salarios han crecido con relativa rapidez en los últimos trimestres, pero el ritmo de crecimiento se está ralentizando y los trabajadores siguen recuperando lentamente el poder adquisitivo real perdido tras varios años de rápida inflación.
Con todo, el desempleo se mantiene en un mínimo histórico del 6,5%, según datos separados de Eurostat publicados el miércoles, lo que sugiere que el mercado laboral sigue excepcionalmente tenso. Aunque los precios del petróleo no han dejado de subir desde principios de año, los precios del gas natural se mantienen bajos tras un invierno inusualmente suave, lo que apunta a riesgos leves pero aún controlables de los costes energéticos en los próximos meses. Los responsables de la política monetaria, por su parte, sostienen que el crecimiento económico es ahora excepcionalmente débil, ya que la zona euro lleva seis trimestres bordeando la recesión.
Esto debilita el poder de fijación de precios de las empresas y, por tanto, alivia las presiones sobre los precios, por lo que el BCE puede permitirse aflojar el freno, sobre todo porque la bajada de los precios de las materias primas también está contribuyendo a la desinflación. Aunque el BCE dista mucho de tener claro hasta dónde podrían bajar los tipos, la mayoría parece estar de acuerdo en que el tipo de depósito, ahora en el 4%, restringirá el crecimiento al menos hasta que alcance el 3%, por lo que los recortes iniciales tienen más que ver con aliviar la restricción que con proporcionar estímulo. (Información de Balazs Koranyi; editado por Toby Chopra; editado en español por Javi West Larrañaga)