Desde que Abu Bakr al Bagdadi proclamara el «califato» en Irak hace diez años, el grupo yihadista Estado Islámico (EI) ha vivido numerosos reveses. Tocada pero no hundida, la organización también denominada Dáesh ha logrado mantener una fuerte presencia en países africanos y en el continente asiático con sus diferentes ramas que siguen aterrorizando al mundo.
«En Irak y Siria no dudo que la organización esté ahora más débil que en 2014 y 2015, aunque recientemente hemos visto que las capacidades militares de la organización han crecido en algunas zonas, como en el desierto central sirio», afirmó a EFE Aymenn Jawad Al Tamimi, investigador de Middle East Forum en Filadelfia. Pero el doctor por la Universidad de Swansea, con una tesis sobre las narrativas históricas en la propaganda del EI, apuntó que el «gran problema» actual está en las diferentes filiales de la organización extremista por el mundo, «especialmente en el Sahel, África Occidental y Mozambique, donde controlan territorio», lejos de los focos de Occidente.
Una «nueva posición» del EI Al Bagdadi declaró el «califato» el 29 de junio de 2014, una especie de protoestado que se expandió por amplias zonas de Siria e Irak. Mientras que en Irak cayó territorialmente en diciembre de 2017, en Siria ocurrió a mediados de 2019. Meses después, Al Bagdadi se hizo explotar en medio de una operación estadounidense en una aldea en el noroeste de Siria. Desde entonces, han pasado hasta cuatro líderes más del EI que han visto cómo su cuna del «califato» ha ido desapareciendo del radar, si bien se han expandido para llegar a otros rincones del planeta. Al Tamimi aseguró que ahora hay «el desplazamiento de muchos cristianos en Mozambique y en el Congo, donde las ramas del Estado Islámico lanzan ataques y amenazan», una «tragedia humanitaria y una terrible persecución», si bien «no es una amenaza inmediata para Occidente».
Ante la existencia de filiales del EI como la del Jorasán (activo en Irán y Asia Central), el experto señaló que es «evidente que hay una amenaza terrorista internacional», como se ha visto en los recientes ataques en Irán y Rusia, así como las amenazas potenciales en Europa. De acuerdo a Paweł Wójcik, investigador de las redes del EI y Al Qaeda en el Opportunity Institute for Foreign Affairs, el EI «estaba en su punto más débil cuando terminó la batalla de Baguz (2017) y murió el primer califa, Abu Bakr al Bagdadi». Pero, desde entonces, «toda la organización evolucionó».
La organización se encuentra ahora en «una nueva posición», indicó a EFE, «basada en la fuerza que adquirió en algunos países africanos y asiáticos, y en lo mejor que le podía ocurrir: el deterioro de la cooperación en materia de seguridad y antiterrorismo entre los principales Estados, especialmente Estados Unidos, Rusia, Irán y China». Esos países, en algún momento, «se coordinaron» durante la guerra contra el EI entre 2014 y 2019, «proporcionándose mutuamente inteligencia y asesoramiento», pero eso «ya no existe», pese a que EE.UU. hace «su debida diligencia, y advierte a Irán y Rusia de una amenaza inminente, como vimos con Kermán y Moscú este año». Lejos de haber desaparecido Al Tamimi apuntó que la organización no va a desaparecer en Irak, aunque ahora sea un «problema pequeño pero indefinido en el país», pero tampoco se va a ver «el resurgimiento del califato en Irak y en Siria como pasó en 2014».
Paweł señaló, por su parte, que aunque «el relativo silencio en Irak puede sugerir su colapso, hay que tener en cuenta que es donde está su legado: nunca lo abandonarán, aunque la prioridad esté ahora en otra parte». El investigador senior en el programa sobre extremismo en la Universidad George Washington, Sergio Altuna, aseveró a EFE que pese a que la organización yihadista ha recibido «bastantes golpes en su cúpula», la expansión del resto de filiales del EI es «notable» y en África ha sido «enorme», con Burkina Faso como un «punto negro». Reflexionó que el periodo de tiempo en el que el grupo estaba en su apogeo les «granjeó la oportunidad de explotar un marco de libertad y de control muy amplio, tanto geográfico como temporal, y de ejercer de laboratorio de todo aquello que parecía utópico». Por ello, apuntó que el yihadismo se nutrirá del «enorme desarrollo que sufrió» la organización como «movimiento ideológico, político y violento», lo cual tendrá un «impacto a lo largo de muchas generaciones». Los tres analistas tienen claro que el Estado Islámico está «lejos de haber desaparecido».