El 13 de julio de 2024 tendrá para siempre un hueco en las efemérides de los años venideros. Es el día en el que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido víctima de un atentado (por suerte, fallido), un hecho que tiene varios precedentes en un país que, pese a ser el más desarrollado del mundo, sigue soportando la carga de una violencia política tan antigua como su propia existencia.
Si hay un magnicidio famoso en la historia no solo de Estados Unidos, sino mundial, es el asesinato de John Fitzgerald Kennedy en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963. El presidente, demócrata, visitaba la ciudad y la recorría en una caravana de coches en la que él ocupaba un descapotable junto a su esposa Jacqueline y el gobernador del estado.
Cuando pasaba por la plaza Dealey, al menos dos balas impactaron contra el presidente. Una le alcanzó en el cuello y la otra le destrozó el cráneo. Los hechos, así como los angustiosos instantes posteriores, fueron grabados en una cámara doméstica por un viandante llamado Abraham Zapruder, cuyo nombre pasó también a la historia por haber conseguido la mayor prueba de aquel hecho.
Un joven exmarine y simpatizante comunista llamado Lee Harvey Oswald fue detenido tras ser acusado de realizar los disparos desde la ventana del Depósito de Libros Escolares del estado, situado en la plaza Dealey. Oswald negó siempre su autoría y sostenía ser un cabeza de turco de una conspiración mayor. Al día siguiente, murió tras ser alcanzado por un disparo del gangster local Jack Ruby cuando era sacado de la sede de la Policía en Dallas.
Pese a que la comisión estatal creada para dilucidar los hechos (la famosa Comisión Warren) dictaminó que Oswald fue el único autor de los disparos que mataron a Kennedy, la sombra de la conspiración siempre ha circulado ante un suceso que aún hoy fascina a autores e investigadores.
La leyenda negra de la familia Kennedy se agrandaría menos de cinco años después, cuando Robert F. Kennedy, hermano menor de JFK, fue asesinado a tiros en el hall de un hotel de Los Ángeles por un terrorista palestino y antisemita llamado Sirhan Sirhan. Kennedy era senador demócrata y candidato a las primarias para liderar la candidatura del partido a las elecciones de 1968.
Matar a Reagan por la obsesión por una actriz
Apenas 13 años después, el 30 de marzo de 1981, de nuevo se produjo un intento de magnicidio, esta vez fallido. La víctima fue el entonces presidente Ronald Reagan. Perteneciente al Partido Republicano, Reagan había ganado las elecciones apenas unos meses antes.
Reagan había dado una conferencia en el hotel Hilton de Washington cuando se dirigía a su limusina. Un joven llamado John Hinckley Jr disparó contra él con un revólver Röhm RG-14.
Reagan resultó gravemente herido por una de las balas que rebotó en el costado de la limusina presidencial y lo alcanzó en la axila izquierda, fracturándole una costilla, perforándole un pulmón y provocándole una hemorragia interna grave.
El presidente fue ingresado en peligro de muerte, pero pudo ser estabilizado en el hospital, de donde fue dado de alta 12 días después. También resultaron heridos el secretario de prensa de la Casa Blanca, James Brady, el agente del Servicio Secreto Tim McCarthy y el oficial de policía de DC Thomas Delahanty. Brady sufrió un daño cerebral que lo dejó incapacitado de por vida, hasta su muerte en 2014, que se considera homicidio por estar directamente relacionada con el atentado de 1981.
El autor, por cierto, no tenía ninguna motivación política. Simplemente atacó a Reagan para llamar la atención de la actriz Jodie Foster, por la cual sentía una insana obsesión (el término médico es erotomanía). Fue declarado no culpable por motivos mentales y estuvo ingresado en un centro psiquiátrico hasta 2016, bajo vigilancia, y en 2022 fueron levantadas todas las restricciones.
Lincoln, Garfield, McKinley...
Otros magnicidios o intentos de magnicidio en Estados Unidos son el asesinato de Abraham Lincoln, el 14 de abril de 1865 en un teatro de Washington; la muerte a tiros del también presidente James A. Garfield el 2 de julio de 1881, también en la capital; el asesinato, de nuevo por disparos, de William McKinley en Buffalo (Nueva York) en septiembre de 1901; o el intento de asesinato de Theodore Roosevelt el 14 de octubre de 1912 en Milwaukee (Wisconsin), en el que la víctima recibió un disparo en el pecho que atravesó una funda de gafas de acero y un discurso de 50 páginas para alojarse en su músculo pectoral. Roosevelt continuó dando su discurso durante casi una hora y la bala nunca le fue extraída.
En 1950, Harry S. Truman fue víctima de un atentado frustrado perpetrado por dos puertorriqueños en Washington, que fueron abatidos antes de que pudieran acceder al presidente.
El 5 de septiembre de 1975, Gerald Ford también fue víctima de un intento de asesinato en Sacramento (California), pero la atacante, una joven perteneciente al culto de Charles Manson, pudo ser neutralizada antes de que disparara. 17 días después, el 22 de septiembre, Ford sobrevivió a otro intento de asesinato en San Francisco, cuando otra mujer disparó dos veces contra él, sin alcanzarle ninguna de ellas.