Unidad y esperanza. El expresidente Donald Trump lanzó este jueves a Estados Unidos un mensaje de unión en su primera gran intervención tras el intento de asesinato, en la que aceptó su nominación electoral y aseguró que con su victoria el país vivirá los cuatro años más grandes de su historia. «Me presento ante ustedes esta noche con un mensaje de confianza, fuerza y esperanza. (...) Me presento a presidente para todo Estados Unidos, no para la mitad, porque no hay victoria ganando solo la mitad», dijo con su oreja derecha todavía vendada.
Trump habló en la clausura de la Convención Nacional Republicana, inaugurada el lunes en Milwaukee y que tenía como objetivo confirmar su candidatura y la de su «número dos», el senador por Ohio J.D. Vance. El magnate neoyorquino llegó a la ciudad un día después de haber sido herido de bala el sábado en Butler (Pensilvania) y aunque no intervino hasta este jueves, su presencia en los días anteriores mostró que el apoyo de sus correligionarios no tiene fisuras. Se esperaba una apuesta por la unidad y él mismo había admitido que tras lo sucedido reescribió su discurso. Y sus palabras no defraudaron.
Trump prometió un gobierno que sirva a los estadounidenses «mejor que nunca»: «Nada me detendrá en esta misión porque nuestra visión es justa y nuestro rumbo puro. No importa qué obstáculo se nos presente. No nos vendremos abajo, no lo haremos mal. No daremos marcha atrás y nunca dejaré de luchar por ustedes», sostuvo. La palabra lucha (fight, en inglés) se ha popularizado como clamor republicano. El expresidente la dijo puño en alto el sábado mientras era evacuado por las fuerzas del orden, como él mismo recordó este jueves en un emotivo relato de lo sucedido. Un relato que, aseguró, no pronunciará más porque le resulta «demasiado doloroso».
Contó cómo sigue vivo por haber girado la cabeza para enseñar un gráfico sobre inmigración y aseguró que aunque había sangre por todas partes, en cierta manera se sintió «muy seguro» porque percibía a Dios de su lado. En su discurso apenas citó al actual mandatario, el demócrata Joe Biden, o a su vicepresidenta, Kamala Harris, aunque no escatimó en críticas a su partido rival. «No debemos criminalizar la disidencia ni demonizar el desacuerdo político, que es lo que está sucediendo últimamente en nuestro país a un nivel que nadie ha visto antes».
«El Partido Demócrata debería dejar de inmediato de utilizar el sistema judicial como arma y de etiquetar al oponente político como enemigo de la democracia», afirmó. Estas elecciones, apuntó, deberían centrarse en los problemas del país y en cómo conseguir que este vuelva a ser »exitoso, grande y libre de nuevo»: «En una época en que nuestra política nos divide con demasiada frecuencia, es momento de recordar que todos somos conciudadanos. Somos una nación bajo Dios, indivisible». No faltaron alusiones a la «invasión migrante», apuntando que cerrará la frontera con México el primer día de su hipotético segundo mandato y manteniendo la fuerte retórica antimigración que le caracteriza. Acusó también a la Administración de Biden de «destruir» la Seguridad Social y aseguró que su gobierno acabará con la inflación.
Su tono fue más contenido que de costumbre, pero su diatriba recurrió a sus enemigos habituales, usando para ello incluso el humor. La próxima convención republicana, dijo, se celebrará en Venezuela porque ese país es más seguro que Estados Unidos por todos los «delincuentes» que han llegado al país norteamericano. Fue un discurso de poco más de hora y media, más largo de lo previsto porque el exmandatario improvisó en numerosas ocasiones. Y fue recibido, sin sorpresas, con una sonora ovación. La unión republicana fue tanto política como familiar. Estos días en Milwaukee Trump ha estado acompañado de sus hijos Tiffany, Eric y Donald Trump Jr. y de la mujer y la prometida de los dos últimos, Lara Trump y Kimberly Guilfoyle, pero faltaron dos figuras centrales: su mujer, Melania, y su hija Ivanka. Las dos se hicieron de rogar. Ivanka apareció este jueves por la tarde en el palco de honor junto a su marido, Jared Kushner, y Melania lo hizo justo antes de que el exmandatario hablara.
Sonriente y de rojo, se sumó al resto del clan y al final de la noche se dio con él un tibio beso en la mejilla. La campaña conservadora, que cerró la fiesta con la tradicional caída de globos rojos, blancos y azules, los colores de la bandera estadounidense, inicia ahora una etapa a dos. El sábado Trump y Vance celebrarán su primer mitin conjunto en Míchigan, un estado que el republicano ganó en 2016 y Biden en 2020. Los conservadores parecen tomar así un impulso imparable en un momento en el que los demócratas pierden fuerza. Estos van 3,1 puntos detrás en las intenciones de voto y las presiones para que Biden se retire hacen pensar en un abandono inminente. Los republicanos, concluyó Trump, están más unidos que nunca. En noviembre «ganaremos, ganaremos, ganaremos».