El oro, considerado tradicionalmente un activo refugio para los inversores en momentos de inestabilidad, ha marcado un nuevo hito durante la madrugada de este martes. Su precio ha escalado hasta los 3.977,44 dólares, una cifra sin precedentes que refleja la creciente preocupación en los mercados globales. Este ascenso meteórico se produce en un contexto de tensiones políticas significativas tanto en Estados Unidos como en Francia, que actúan como catalizadores de la búsqueda de seguridad por parte de los capitales.
Este metal precioso no solo ha superado su propio récord, sino que lo ha hecho de forma consecutiva. Según los datos recabados por Bloomberg y difundidos por EFE, el nuevo máximo histórico se registró a las 2:32 horas de la madrugada del martes. Con ello, el oro ha dejado atrás el anterior techo, establecido apenas horas antes, cuando alcanzó los 3.970,08 dólares. Esta escalada imparable se enmarca en un escenario donde el cierre parcial del Gobierno Federal de Estados Unidos persiste, mientras que en Francia, el presidente Emmanuel Macron ha fijado un ultimátum hasta el próximo miércoles para que el primer ministro en funciones, Sébastien Lecornu, negocie una «plataforma de acción» que garantice la estabilidad y saque al país del bloqueo político actual.
En lo que va de 2025, el oro ha experimentado una revalorización asombrosa del 49 %. Este impresionante rendimiento se atribuye a una confluencia de factores macroeconómicos y geopolíticos. Las compras masivas por parte de los bancos centrales de diversas naciones, la persistente debilidad del dólar estadounidense en los mercados internacionales y un entorno geopolítico global cada vez más incierto, son los pilares que sostienen esta tendencia alcista. La búsqueda de diversificación y protección frente a la inflación y la volatilidad se ha convertido en una prioridad para grandes instituciones y pequeños inversores por igual.
Factores clave
La demanda institucional de oro ha sido un motor fundamental en su reciente ascenso. Los bancos centrales, en su afán por diversificar sus reservas y reducir la dependencia del dólar, han estado adquiriendo cantidades significativas del metal amarillo. Países como China, India, Turquía y Polonia han sido compradores netos destacados en los últimos años, una tendencia que se ha intensificado en este 2025. Esta estrategia responde a la necesidad de proteger sus economías de la inflación global y de las fluctuaciones de las divisas, además de ser una medida de precaución ante la inestabilidad del sistema financiero internacional. La acumulación de oro por parte de estas entidades envía una señal clara al mercado sobre la percepción de riesgo y la búsqueda de activos tangibles.
Otro elemento crucial es la debilidad sostenida del dólar estadounidense. Históricamente, existe una relación inversa entre el valor del dólar y el precio del oro. Cuando el dólar se deprecia, el oro, que se cotiza en esta divisa, se vuelve más barato para los compradores que utilizan otras monedas, lo que estimula la demanda y, consecuentemente, su precio. Factores como las expectativas de tipos de interés, la política monetaria de la Reserva Federal, el déficit fiscal de Estados Unidos y las dinámicas del comercio global han contribuido a esta debilidad. Un dólar menos fuerte hace que el oro sea una inversión más atractiva, especialmente para aquellos que buscan proteger su poder adquisitivo frente a la devaluación de las monedas fiduciarias.
La incertidumbre geopolítica global completa el trío de factores que impulsan el oro. Más allá de las situaciones específicas en Estados Unidos y Francia, el panorama internacional se caracteriza por conflictos persistentes, tensiones comerciales entre grandes potencias, y un calendario electoral cargado en diversas regiones que podría alterar el equilibrio de poder. Estos escenarios generan un clima de aversión al riesgo entre los inversores, quienes recurren al oro como un refugio seguro ante la volatilidad de los mercados de renta variable y otros activos más expuestos a los vaivenes políticos y económicos. La percepción de que el mundo es un lugar menos predecible fomenta la inversión en metales preciosos.
La inestabilidad en una de las principales economías de la Unión Europea como es Francia tiene repercusiones que trascienden sus fronteras, impactando en la estabilidad de la eurozona y, por extensión, en la percepción de riesgo global. Esta situación refuerza la narrativa del oro como valor seguro en tiempos de desasosiego político.
El oro ha sido valorado por la humanidad durante milenios, no solo por su belleza, sino por su inherente escasez y durabilidad. Desde las civilizaciones antiguas hasta la era moderna, ha servido como moneda, reserva de valor y símbolo de riqueza. Su estatus como activo refugio se consolidó a lo largo de la historia, especialmente en periodos de crisis económicas, guerras o alta inflación. A diferencia de las monedas fiduciarias, cuyo valor puede ser afectado por decisiones gubernamentales o políticas monetarias, el oro mantiene su valor intrínseco. Esta característica lo convierte en un escudo contra la depreciación de la moneda y la incertidumbre económica, una cualidad que los inversores valoran enormemente en el actual panorama global.
En el ámbito económico, el oro no genera intereses ni dividendos, lo que lo diferencia de otros activos financieros. Sin embargo, su atractivo reside en su capacidad para preservar el capital en momentos de turbulencia. Cuando los mercados de valores caen, o cuando la inflación erosiona el poder adquisitivo del dinero, el oro tiende a comportarse de manera contracíclica, ofreciendo una cobertura valiosa para las carteras de inversión. Su liquidez y reconocimiento universal también contribuyen a su papel como activo de último recurso, permitiendo a los inversores convertir rápidamente su riqueza en efectivo en cualquier parte del mundo. Es, en esencia, una póliza de seguro contra la incertidumbre.