Tener el coche limpio y siempre a punto es una maravilla y hay conductores que aplican esta premisa al uso cotidiano de sus vehículos y se esfuerzan porque estos reluzcan hasta los más mínimos detalles. Pero hay veces que un exceso de limpieza puede ser extremadamente perjudicial.
Uno de los elementos que normalmente pasa desapercibido en las limpiezas más rutinarias es el motor. Lavar el motor (o petrolearlo, como se ha conocido esta técnica) es un proceso que los fabricantes de coches no recomiendan en absoluto. La razón es que los vehículos modernos incorporan una gran cantidad de sistemas eléctricos y electrónicos en comparación con los modelos más antiguos y tanto el agua como otros productos desengrasantes pueden perjudicar su funcionamiento.
Si simplemente queremos mantener limpio el motor, habrá que hacerlo de manera manual y utilizar una bayeta o un trapo para atrapar el polvo y la suciedad. También puede usarse aire comprimido para eliminar los residuos pero, por ejemplo, nunca se debe utilizar una pistola de vapor, ya que también es humedad y puede dañar los componentes eléctricos.
Este tipo de limpiezas siempre es necesario realizarlas en un taller y consultar con profesionales la idoneidad del proceso para nuestro vehículo. En los centros mecánicos pueden someter el motor a una limpieza más a fondo si necesitan detectar fugas o averías y para ello tengan que eliminar grasa y suciedad o si la acumulación de residuos puede afectar al funcionamiento del coche.
En caso de que, tras este proceso, algo salga mal y el motor sufra daños, será el taller quién deba hacerse cargo de la reparación del mismo o del coste de los desperfectos. Pero, ante todo, hay que dejar que sean los profesionales los que se encarguen de llevar a cabo este tipo de técnicas más complejas.