Los moscovitas guardaron ayer duelo por las víctimas de los sangrientos atentados suicidas del lunes en el metro de la capital rusa, mientras la policía extrema la seguridad y los políticos exigen restablecer la pena de muerte para los terroristas.
Con las banderas a media asta en toda la ciudad, a lo largo de la jornada miles de personas acudieron a las dos estaciones de metro dinamitadas, Lubyanka y Park Kultury, para depositar flores y velas en memoria de los muertos en el doble atentado terrorista.
En ambas estaciones la gente instaló altares improvisados, con retratos de las víctimas, centenares de velas, un mar de flores e iconos ortodoxos, ante los que se persignan los viajeros creyentes, muchos de ellos con los ojos llenos en lágrimas.
En Park Kultury, frente al lugar donde explotó la segunda bomba, un pope ortodoxo se arrodillaba y recitaba plegarias, rodeado de decenas de moscovitas que acompañaban en voz baja la oración.
El metropolitano moscovita fue virtualmente tomado ayer por la policía y efectivos del ministerio del Interior en previsión de posibles nuevos atentados y para infundir seguridad a los millones de viajeros. En ambas estaciones se colgaron carteles conmemorativos que recuerdan que en esos lugares el 29 de marzo de 2010 los terroristas segaron la vida de personas inocentes.
Los atentados, cometidos en hora punta de la mañana en el metro repleto de gente que se dirigía al trabajo, causaron 39 muertos y 73 heridos, varios de ellos en estado muy grave, según los últimos partes oficiales.
El departamento de Sanidad de Moscú informó de que casi todos los cuerpos ya fueron identificados por familiares, por lo que se espera que hoy empiecen a recibir sepultura las primeras víctimas.
Según el Servicio Federal de Seguridad (FSB), la investigación indica que los atentados fueron organizados por grupos islamistas del Cáucaso Norte de Rusia y perpetrados por mujeres kamikaze, coloquialmente llamadas "viudas negras" por ser en su mayoría familiares de guerrilleros abatidos por los servicios secretos.
Las autoridades consideran el ataque terrorista un acto de venganza de los extremistas islámicos por la eliminación en los últimos meses de varios importantes cabecillas de la guerrilla.
Agentes de seguridad revelaron al diario "Kommersant" que uno de esos extremistas, Saíd Buriatski, liquidado a primeros de marzo por el FSB en la república caucásica de Ingushetia, instruyó en Turquía y luego en el Cáucaso a 30 de esas "viudas negras", de las que nueve se habían inmolado antes del doble ataque de Moscú.