El parasito humano de la malaria evolucionó de un parásito de los gorilas a partir de un único contagio, según un estudio que publicó ayer la revista "Nature".
El estudio fue dirigido por Beatrice Hahn, de la Universidad de Alabama, y Edward Holmes, de la Universidad de Pensilvania, e introduce un elemento nuevo en el debate sobre el origen evolutivo del "Plasmodium falciparum", el parásito de la malaria humana.
La conclusión de estos expertos deriva del análisis de casi 3.000 muestras fecales de simios que viven en libertad en África, que sirvió para constatar que los parásitos del gorila del occidente del continente son los que más se parecen a la versión humana.
La principal novedad con respecto a estudios anteriores es que este trabajo defiende que el parásito humano tiene su origen en los gorilas y no en los chimpancés, bonobos o antiguos ancestros del "homo sapiens", como se consideraba hasta ahora.
La hipótesis más aceptada que se manejaba es que cuando se produjo la separación evolutiva entre los humanos y los chimpancés -hace en torno a unos siete millones de años- ambas especies se llevaron consigo al "Plasmodium falciparum", un parásito que se adquiere por la picadura de un mosquito que es el responsable cada año de miles de muertes en distintas partes de planeta.
Pero el estudio científico de Hahn y Holmes sugiere que el parásito es mucho más reciente y que no guarda relación estrecha con el parásito de los chimpancés, al contrario que en el caso de las tres especies de gorilas africanos cuyo ADN fue rastreado a partir de las heces.
Estos científicos descubrieron que había mayor variedad genética en los parásitos del gorila que en los parásitos de los hombres, algo que, según manifestó la doctora Hahn, posiblemente significa que el gorila fue el caldo de cultivo, el lugar donde se originó el parásito que posteriormente infectó a sus parientes humanos.
"Otros estudios realizados antes que este se centraron únicamente en los chimpancés, por lo que no se encontró el parásito del gorila", indicó Hahn, quien destacó también que otros trabajos científicos examinaron a animales que viven en cautividad y que podrían haberse contagiado del parásito de sus cuidadores.