La novela "La Carte et le Territoire", de Michel Houellebecq, un escritor díscolo que ahonda en la desesperanza y la frialdad de las relaciones humanas con una prosa incisiva, recibió ayerel prestigioso premio literario Goncourt, que consagra, por fin, al autor vivo más traducido de Francia.
Con el apoyo de siete de los nueve miembros del jurado, Houellebecq, de 52 años, consiguió en su cuarta tentativa el Goncourt con un texto que parte del ficticio encuentro entre el autor y un imaginario artista francés en Irlanda para analizar la creación contemporánea, pero también la depresión, la locura, la ambición, el dinero, el amor y la muerte.
El reconocimiento del galardón reafirma el éxito comercial de "La Carte et le Territoire" (El mapa y el territorio,), que ha vendido más de 200.000 copias en dos meses.
El Goncourt premia además la narrativa de un escritor aferrado a una actualidad que descompone con una mirada ácida y oscura, la misma que le ha convertido en uno de los grandes fenómenos de la literatura gala contemporánea.
"Soy alguien que no se olvida de las cosas malas", comentó el autor tras conocer el fallo del jurado, cuando se dijo "profundamente contento" de haber recibido un premio que amplifica el impacto de la literatura en aquellos que normalmente no se interesan por el mundo de los libros.
Houellebecq, ingeniero agrónomo e informático de formación y autor de "Las partículas elementales" (1998) y de "Plataforma" (2001), entre otros, es un literato que refleja una sociedad estremecedora y apocalíptica.
En su prosa, en la que afila su pluma como un estilete, encuentran cabida las reflexiones sobre el arte contemporáneo, el turismo sexual, las compañías aéreas de bajo coste, la clonación o la asexualidad.
A menudo descrito como "l'enfant terrible" de la literatura francesa o como el autor de referencia del "fin de la era industrial", Houellebecq no ha dejado nunca de recoger o anticiparse a algunos de los grandes desafíos de inicios del siglo XXI.
Acostumbrado a chapotear en los charcos de la polémica, ya antes de los atentados de Nueva York del 11 de septiembre, Houellebecq se defendió con éxito en los tribunales de quienes le acusaban de "islamófobo". "La religión más imbécil es el islam", comentó el intelectual en la revista "Lire" en 2001, en una polémica entrevista.