Un fuerte terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter sacudió ayer, sin causar daños, la misma zona arrasada por el gran seísmo del 11 de marzo en Japón, del que hoy se cumplen cuatro meses con una ingente tarea de reconstrucción aún por delante.
El temblor se produjo a las 09.57 horas (con epicentro en el mar a 180 kilómetros de la costa de la provincia nororiental de Miyagi y a unos 34 kilómetros de profundidad, según la Agencia Meteorológica nipona, que lo consideró una réplica del seísmo de marzo.
El nuevo terremoto reavivó ayer el recuerdo de aquella tragedia en las provincias nororientales de Miyagi, Iwate y Fukushima, donde, igual que hace cuatro meses, a los pocos minutos se declaró una alerta de tsunami para que los vecinos de zonas cercanas a la costa y a las desembocaduras de los ríos se trasladasen a zonas elevadas.
En esta ocasión, sin embargo, el tsunami fue muy pequeño, con olas de diez centímetros en las provincias de Miyagi y Fukushima y en el puerto de Ofunato, en Iwate, y la alerta se retiró menos de dos horas después del seísmo sin que se produjeran daños.
Aunque de escasa magnitud, el de ayer fue el primer tsunami detectado tras el 11 de marzo en Japón, que en los últimos cuatro meses ha sufrido seis terremotos de más de 7 grados Richter, unas cien de más de 6 grados y más de 500 superiores a los 5 grados Richter.
Un portavoz de la Agencia Meteorológica advirtió de que todavía se pueden producir réplicas de magnitud 7 de forma "ocasional" y se espera que aún ocurran con "frecuencia" temblores de entre 3 y 5 grados, e insistió en que es necesaria "una vigilancia continua".
Japón está situado en el llamado Anillo de Fuego del Pacífico, por lo que los movimientos sísmicos son muy frecuentes y el país está muy preparado, con estrictas normas de construcción, protocolos de emergencia y códigos de respuesta que la población ha interiorizado desde la infancia.
Sin embargo, la magnitud del gran terremoto del pasado marzo y, sobre todo, el tsunami posterior, sobrepasaron todo lo previsto y desbordaron las medidas de prevención, con el resultado de 20.927 muertos o desaparecidos, según las últimas cifras de la Policía.
Cuatro meses después de la tragedia, los números todavía cambian a diario ante el hallazgo de nuevos cadáveres o los nuevos recuentos de supervivientes, mientras los residentes se afanan en las labores de reconstrucción con la ayuda de cientos de voluntarios.
Se calcula que en Fukushima, Miyagi e Iwate se amontonan unos 22 millones de toneladas de escombros, cuya limpieza podría tardar entre dos y tres años, según estimaciones del Ministerio de Medio Ambiente.
A los esfuerzos para levantar infraestructuras, viviendas y otras instalaciones, con unos costes que se calculan en unos 140.000 millones de euros, se suma la lucha para controlar la central de Fukushima Daiichi, foco de la peor crisis nuclear en 25 años.
El terremoto de ayer hizo que los técnicos de la planta tuvieran que ser temporalmente evacuados a zonas altas por la alerta de tsunami, pero no causó nuevas anomalías en las maltrechas instalaciones, según la Agencia de Seguridad Nuclear de Japón.
Tampoco se detectaron incidencias en la vecina central de Fukushima Daiini, paralizada desde el 11 de marzo, ni en la planta de Onagawa, situada en la costa de Miyagi.
Las réplicas han dificultado desde el inicio las labores de los operarios que tratan de enfriar los reactores 1, 2 y 3 de Fukushima Daiichi, cuyos sistemas de refrigeración quedaron dañados por el tsunami de marzo.
Entre las prioridades está la de hacer funcionar un sistema para descontaminar las toneladas de agua radiactiva acumuladas en la central, a fin de que puedan utilizarse para refrigerar los reactores.
El dispositivo de limpieza de agua se puso en marcha hace una semana, pero ayer tuvo que ser detenido de nuevo tras descubrirse un escape de los productos químicos inyectados en el sistema. Según Tokyo Electrico Power (TEPCO), operadora de la central, se calcula que hasta ahora se han filtrado al exterior unos 50 litros de estos productos, que aseguró no son tóxicos.