Una de las primeras experiencias de todo astronauta es ver unos flashes que atraviesan su cuerpo incluso con los ojos cerrados, son los rayos cósmicos, una radiación cuyo origen se desconoce pero que el detector de partículas AMS, instalado en la Estación Espacial Internacional, pretende desentrañar.
"Hace once años, cuando hice mi primer viaje espacial me sorprendí de seguir viendo unos flashes atravesando mis pupilas, mi cuerpo. Desde ese momento me interesé por los rayos cósmicos, y estoy muy feliz de haber participado en una experiencia para conocerlos un poco mejor", explicó ayer, en rueda de prensa, Mark Kelly, el comandante que tripuló el último viaje del transbordador espacial Endeavour, de la NASA.
En ese viaje, el 16 de mayo del 2011, Kelly y sus cinco tripulantes transportaron el Espectómetro Magnético Alpha (AMS), un detector de física de partículas, concebido por el CERN (Centro Europeo de Física de Partículas), y que fue instalado en la Estación Espacial Internacional (ISS).
Un año después, el AMS -construido con la colaboración de 600 científicos de 16 países distintos- ha transmitido 18.000 acontecimientos de flujos de rayos cósmicos del espacio al Centro de control y operaciones del CERN.
Ahora los tripulantes del Endeavour han visitado el Centro acompañados de sus familias para celebrarlo.
"El AMS fue el último instrumento a ser instalado en la ISS, con él está completa. Para mi, el AMS es el experimento científico más importante con el que cuenta la estación", afirmó rotundo Kelly.
El AMS fue puesto en marcha justo cien años después de que el físico austríaco Victor F.Heiss descubriera los rayos cósmicos, y precisamente uno de los objetivos del aparato es medir las propiedades de la radiación cósmica que a dosis elevadas es letal para los humanos.