Benedicto XVI se despidió ayer de los obispos y sacerdotes de su diócesis, Roma, a los que dijo que, aunque renuncia al Papado y quedará "oculto para el mundo", siempre estará unido a ellos en las plegarias. El secretario de Benedicto XVI, Georg Ganswein, le acompañará en Castel Gandolfo y a su nueva residencia.
"He notado siempre vuestra presencia física y, aunque me retiro para rezar, sé que siempre estaréis cerca de mí, aunque para el mundo permanezca oculto", afirmó el Papa ante el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini; los obispos auxiliares y varios centenares de sacerdotes de la diócesis romana, cuyo titular es él como Obispo de Roma.
El encuentro, celebrado en el Aula Pablo VI del Vaticano, estaba previsto antes de que Benedicto XVI anunciara el pasado día 11 que renunciará al Papado el 28 de febrero; por eso adquirió ayer un significado mayor, ya que ha sido la última vez que se reúne con toda su diócesis.
El cardenal Vallini así lo entendió y en su discurso, durante el que se le vio muy emocionado y se le saltaron las lágrimas, dijo que en estos momentos tenían una "mezcla de sentimientos: tristeza y respeto, admiración y añoranza, afecto y orgullo".El purpurado destacó la personalidad de Benedicto XVI, de quien resaltó su humildad y que nunca "se ha echado para atrás". "En los años de su luminoso pontificado nos ha enseñado muchas cosas importantes para ser discípulos de Cristo y buenos pastores: el testimonio de una vida totalmente entregada a Jesús y a la Iglesia, una fe inquebrantable y valiente, humildad en el servicio, pasión por la verdad y el compromiso para anunciar el Evangelio en un mundo en el que la fe tiene que ser propuesta de nuevo", afirmó.El cardenal destacó también el apoyo de Ratzinger a los más débiles y a los pobres, "a los que siempre ha ayudado".
Benedicto XVI llegó al Aula Pablo VI apoyándose en un bastón, mientras los aplausos se mezclaban con el canto "Tu sei Petrus" (Tu eres Pedro).
El Papa respondió con una amplia sonrisa y dando varias veces las gracias por las muestras de cariño, y una vez sentado, detrás de una mesa, habló con ellos, sin texto, del Concilio Vaticano II, como estaba previsto.
Con la voz en algunos momentos ronca y aspecto algo cansado, el pontífice habló ininterrumpidamente durante una hora, en medio del silencio de sus sacerdotes, sabedores de que era la última vez que le escuchaban en un discurso dirigido expresamente a ellos.
El Papa resaltó la validez del Concilio, lo que ha supuesto para la Iglesia y la importancia de los documentos emanados del mismo.
Benedicto XVI, quien participó en el mismo, aseguró que aún queda mucho por hacer, que la lectura del Concilio que lanzó a la Iglesia hacia el tercer milenio aún no ha sido completada y que hay que seguir mirando en él para construir la Iglesia del futuro.