Se llama Dolores Agra Rodríguez, pero todos aquellos que la conocen le dicen Loli y saben de ella que con apenas 14 años cumplidos, ahora tiene 78, empezó a rendir cuentas a la Seguridad Social. Por ello, ahora esta empresaria alcanzará la jubilación con el mérito de ser la mujer con más tiempo cotizado.
En su tienda coruñesa, Lencería Marta -el nombre comercial es el de su hija, una jubilada de banca-, esta gallega de pelo cano da fe de por qué es una de las glorias de una actividad que echó raíces muy pronto en España.
Tiene el suficiente resuello para moverse con gran agilidad entre batas, camisones, pijamas, medias, calcetines y corsetería varia. En su pequeño escaparate luce un colorido cartel que reza, «Liquidación por jubilación», con descuentos en ropa de cama, vestidos, interiores y en baño.
Desde febrero de 2019, cuenta mientras atiende a sus clientes, su situación es de jubilación activa, y en el mismo mes del próximo año obtendrá la definitiva y será su hijo Ricardo, que ahora la ayuda, el que se quede al frente, «hasta que se liquide todo, que es mucho lo que hay que liquidar».
De momento, ella siente que hace falta en este establecimiento que abrió recién comenzada la década de los ochenta, pero antes ya había estado trabajando en una empresa similar, en la cual le pagaban 150 pesetas. También recuerda cómo en un empleo anterior le pagaban 12 pesetas y en negro.
«Necesitaba el dinero, en mi casa hacía falta», relata y celebra que en su andadura de autónoma siempre le haya ido muy bien y, sobre todo, que haya gozado de «buena salud».
La economía precaria de su hogar está detrás de sus comienzos a tan temprana edad, porque con ironía dice que «pequeña» sigue siendo, «con muchos años, pero pequeña», en alusión a su estatura. Y, valiéndose del mismo sarcasmo y del hecho de que no haya tenido enfermedades, bromea con que ella es una de las que hace valer el refrán aquel de «mujer enclenque, mujer para siempre».
Ahora quiere disfrutar de la existencia y de los pequeños placeres, como el café, porque viajar ya lo ha hecho, y bastante. «Viajé mucho cuando mis hijos eran pequeños. Todos los años íbamos a París; mi nieta mayor trabaja ahora allí», explica.
El trabajo en el que le hicieron su primer contrato era similar al que luego ha regentado, solamente que por aquel entonces «se vendían botones, hilos, encajes, dedales, cosas pequeñas, se cosía mucho... Y algo de lencería, pero poca», nada que ver con la actualidad, precisa.
Dolores, Loli, luce en una de las paredes de este inmueble repleto de percheros, cajas y estantes la Medalla de Plata al Mérito en el Trabajo, con fecha del 13 de septiembre de 2016.
Cuando le dijeron que le iban a conceder esta condecoración, su hijo creyó que era guasa. Pero no era así, el reconocimiento sí era para Loli, la de ojos vivarachos, la del comercio al pormenor de la avenida del Pasaje, en la glorieta de los Castros de A Coruña. Y aunque tímida, fue al acto de entrega de la medalla, algo tan merecido después de su prolija aportación al sistema público de pensiones.