El precio de la gasolina y el diésel lleva aumentando todos estos últimos meses (a excepción de agosto cuando se levantaron las restricciones a la movilidad) y a día de hoy, llenar un depósito de 55 litros de gasolina cuesta alrededor de 83 euros mientras que si es de gasóleo el precio se queda en los 76 euros. A lo largo de este año, la gasolina se ha encarecido un 27% y el gasóleo, un 29%.
Los precios de los carburantes están rozando sus máximos históricos y la culpa no la tiene única y exclusivamente la pandemia y la situación de crisis sanitaria mundial que se está viviendo a lo largo del globo. Aunque la Covid-19 ha sido un gran factor en la fluctuación de los precios, la gasolina ya subió en 2013, cuando la situación sanitaria no tenía nada de extraordinario. Además de una situación excepcional o del aumento del precio del crudo, ¿qué factores pueden influir en el aumento del coste por litro de la gasolina?
Como en cualquier mercado, hay que partir de la base de que la ley de la oferta y la demanda es la razón que hace fluctuar los precios, además de la posible existencia de conflictos bélicos, la especulación financiera o la subida y la bajada de las divisas. En este sentido, los países de la OPEP decidieron entorno al verano recortar la oferta de barriles por una bajada de la demanda (a causa de las restricciones a la movilidad) y han decidido continuar con el mismo número de barriles diarios en oferta pese a que haya subido la demanda. Esto encarece el precio del crudo, que solo representa el 40% del coste del litro de gasolina.
Entrar aquí en acción los impuestos. Por cada depósito que llenamos de gasolina o diésel, el Estado se lleva la mitad de lo pagado en concepto de impuestos. Además del IVA, sobre los hidrocarburos pesa un impuesto especial desglosado en Impuesto Estatal General, Impuesto Estatal Especial y Tramo Autonómico. Por tanto, al subir el precio del crudo, sube el porcentaje que hay que pagar al Estado en gravámenes, encareciendo el coste para el consumidor por partida doble.
Aunque no lo parezca, España es uno de los países europeos con menor fiscalización sobre los combustibles, teniendo en cuenta que, por ejemplo, en Reino Unido, Alemania, Suecia, Holanda o Luxemburgo el importe de impuestos se mueve en el 60% del precio por litro de gasolina en un surtidor. Esta situación da mucho más juego a los distribuidores para aumentar el margen bruto de distribución que, en España, se ha disparado a lo largo de esta año. Según datos de la CNMC, el margen bruto que han introducido los operadores este año es un 50% superior en comparación con el año 2014 y está cerca de alcanzar su máximo histórico con 25 céntimos por litro.
Las previsiones respecto al precio de los combustibles no son buenas ya que, a todos estos factores, hay que sumar las condiciones de la última Cumbre de Cambio Climático que van a forzar a paralizar la venta y producción de los vehículos que funcionen con estos hidrocarburos.