«He decidido seguir con más fuerza si cabe». Así ha anunciado este lunes, 29 de abril, Pedro Sánchez, que continúa como presidente del Gobierno de España, después del periodo de reflexión que inició el pasado miércoles para decidir si merece la pena seguir, pese a las acusaciones vertidas sobre su mujer Begoña Gómez. Cabe recordar que un juzgado de Madrid ha abierto diligencias de investigación contra la esposa del jefe del Ejecutivo por la supuesta comisión de delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios, tras la denuncia de Manos Limpias.
Sánchez ha explicado que ha tomado la decisión de seguir gracias a la movilización social y a las muestras de apoyo que ha recibido durante estos días. «Gracias a esa movilización social, que ha influido decisivamente en esa decisión, quiero compartir que he decidido seguir con más fuerza si cabe al frente de la Presidencia del Gobierno de España». Además, ha precisado que a primera hora de este lunes se ha trasladado al Palacio de la Zarzuela para comunicarle su decisión al rey Felipe VI.
En este punto, ha apelado a la conciencia colectiva de la sociedad española, que debe luchar por la «paz social» y dejar atrás la crispación. «Mostremos al mundo cómo se defiende a la democracia, pongamos fin a este fango». No obstante, ha reconocido que «mi mujer y yo sabemos que esta campaña de difamación no parará, llevamos diez años sufriéndola. Es grave, pero no es lo más relevante, podemos con ella. Lo importante es que queremos agradecer de corazón las muestras de solidaridad y de empatía que hemos recibido, de todos los ámbitos sociales» En este punto, ha realizado «un agradecimiento especial a mi querido partido socialista.
Consecuencias de la decisión
El también líder socialista ha destacado que «esa decisión no supone un punto y seguido, es un punto y aparte, se lo garantizo. Por eso, asumo ante ustedes mi compromiso de trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad, por la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y libertades. Sólo hay una manera de revertir esta situación: que la mayoría social, como ha hecho estos cinco días, se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común; poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo. Porque esto no va del destino de un dirigente particular, se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser y creo que nuestro país necesita hacer esta reflexión colectiva y ya hemos comenzado a hacerla».
A su modo de ver, «llevamos demasiado tiempo dejando que el fango colonice impunemente la vida política, la vida pública, contaminándonos de prácticas tóxicas inimaginables hace unos años. Apelo, en consecuencia, a la sociedad española», y ha recordado los momentos más duros de la historia, al tiempo que ha destacado el «buen momento económico». «Pido a la sociedad española que volvamos a ser ejemplo e inspiración para un mundo convulso y herido porque los males que nos aquejan forman parte un movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva, mediante la difamación y la falsedad, el odio y la apelación a miedos que no se corresponden con la ciencia ni con la racionalidad. Mostremos al mundo cómo se defiende a la democracia. Pongamos fin a este fango, mediante el rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de las siglas y de las ideologías, que yo me comprometo a liderar con firmeza como presidente del Gobierno de España».
¿Merece la pena?
Durante su declaración institucional ha recordado que en la carta que remitió a la ciudadanía la semana pasada «les planteaba si merecía la pena soportar el acoso que desde hace diez años sufre mi familia a cambio de presidir el Gobierno de España». En este sentido, ha expuesto que «si aceptamos todos que la acción política permite el ataque indiscriminado a personas inocentes, no merece la pena. Sin consentimos que la contienda partidista justifique el ejercicio del odio, de la insidia y de la falsedad hacia terceras personas, entonces no merece la pena. Si permitimos que las mentiras más groseras sustituyan el debate respetuoso y racional basado en evidencias, no merece la pena. Por muy alto que sea, no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta y ver cómo se intenta destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento».
Sánchez ha explicado que «necesitaba parar y reflexionar sobre todo ello». En este orden de cosas, ha reconocido que la carta «pudo desconcertar porque no obedece a ningún cálculo político. Soy consciente de que he mostrado un sentimiento que en política no suele ser admisible. He reconocido antes quienes buscan quebrarme, no por quién soy, sino por lo que represento que duele vivir esta situación, que no deseo a nadie».
Motivos personales
El presidente ha admitido que el parón de estos días ha sido por motivos personales, pero ha justificado que «hay veces en que la única forma de avanzar es detenerse, reflexionar y decidir con claridad por dónde queremos caminar. He actuado con una convicción clara: o decimos basta o esta degradación de la vida pública determinará nuestro futuro, condenándonos como país. Es cierto que he dado este paso por motivos personales, pero todo el mundo puede entenderlos y sentirlos como propios porque responde a valores troncales de una sociedad solidaria y familiar, como es la española. Esto no es una cuestión ideológica, estamos hablando de respeto, de dignidad, de principios que van mucho más allá de las opiniones políticas y que nos definen como sociedad. Esto nada que tiene que ver con el debate entre opciones políticas, tiene que ver con las reglas del juego».
El jefe del Ejecutivo ha advertido que «si consentimos que los bulos deliberados dirijan el debate político; si obligamos a las víctimas de esas mentiras a tener que demostrar su inocencia, en contra de la regla elemental del Estado de derecho; si permitimos que se vuelva a relegar a la mujer al ámbito doméstico, teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido; si permitimos que la sinrazón se convierta en rutina, la consecuencia será que habremos hecho un daño irreparable a nuestra democracia. Exigir resistencia incondicional a los líderes objetos de esa estrategia es poner el foco en las víctimas y no en los agresores; y confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática de desastrosas consecuencias». Llegados a este punto, Sánchez ha preguntado si «queremos esto para España».