Expertos en salud pública han llamado este miércoles a la calma porque el suministro de agua potable está más que garantizado y el riesgo con el agua asociado a inundaciones torrenciales como las que ha dejado la DANA en el sur y este de España es «de ahogarte, no de infectarte».
«Lo que hemos visto correr por las calles no es lo que nos vamos a beber en este momento», apunta en conversación telefónica con EFE desde Valencia el epidemiólogo Óscar Zurriaga, que apela a la importancia de que se sigan las informaciones de los canales oficiales, que son los que informarán donde puede haber problemas «locales» y puntuales con los suministros.
En ello coincide Héctor Tejero, responsable del Observatorio de Salud y Cambio Climático del Ministerio de Sanidad: «hay que tener total confianza en las informaciones de protección civil y los servicios de emergencia», además de «sentido común», porque los problemas que las inundaciones provocan en países en vías de desarrollo son más complicados que aparezcan en España. «Aquí hay que tener más paciencia» y «sentido común», subraya. Los dos resaltan que ahora mismo lo prioritario es atender los efectos directos de la devastadora DANA.
El riesgo es de ahogarte, no de infectarte
Zurriaga, presidente saliente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), explica así que una catástrofe como esta tiene tres impactos, que son los que hay que priorizar ahora: los muertos, los heridos y las secuelas que va a generar en la salud mental a los miles de afectados que lo han perdido todo.
Cuando se habla de inundaciones, se suele mencionar el riesgo de que se incrementen las infecciones, derivadas de una distribución de agua en malas condiciones, los residuos y los restos de animales muertos susceptibles de generar después epidemias. Sin embargo, Zurriaga los descarta, porque todo ello se retira en el menor tiempo posible.
«En todos mis años de carrera profesional, en la que por desgracia en esta zona hemos vivido más de una inundación, no he visto nunca que se produjeran ese tipo de situaciones», afirma antes de añadir que, «por suerte, somos un país que tenemos los medios suficientes para solventar situaciones así».
Además, la posibilidad de que las aguas torrenciales desarrollen microorganismos infecciosos es escasa; el riesgo viene de las aguas estancadas, sobre las que en un periodo del año más cálido quizá habría que preocuparse por la proliferación de mosquitos transmisores de numerosas enfermedades, pero no ahora.
Todas las autoridades, locales, autonómicas y estatales, prosigue, van a garantizar que no se distribuya agua en malas condiciones y pondrán los medios para que lleguen camiones, «o el medio que sea», cargados con agua potable.
Así, el verdadero peligro de esos torrentes violentos es que «te puedes ahogar, pero infectarte va a ser más complicado». Lo cual «no quiere decir que no pueda haber algún caso, pero serían los menos», apostilla.
El cambio climático «mata»
El también profesor del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia quiere incidir en otro mensaje, y es que lo ocurrido no es más que otra prueba del cambio climático, «cada vez más tremendo» y que hace que zonas ya de por sí vulnerables a estos fenómenos, como la Comunidad Valenciana, lo sean cada vez más.
«No sabíamos si iba a ser un incendio o el calor, pero al final ha sido una DANA», señala Tejero de la que dice puede ser la «primera gran catástrofe climática» que aqueja España. Nuestro país es el más vulnerable al cambio climático de Europa; danas o «gota fría» han existido siempre, el problema ahora es que cada vez van a ser más frecuentes y virulentas.
«El cambio climático mata, y lo hace de muchas formas: por golpes de calor, agravando enfermedades, generando otras nuevas o con catástrofes como esta», recalca. Por eso, considera esencial dotarse a medio plazo de una estrategia de adaptación a episodios que van a ser más habituales e incluso impredecibles, que siempre «suenan a exageraciones hasta que llegan cosas como esta». «El cambio climático es, sin duda, la gran crisis de salud pública del siglo XXI», concluye.