El Tribunal Supremo ha decidido avanzar el fallo condenatorio al fiscal general, Álvaro García Ortiz, así que no sabemos qué dice la sentencia. El mismo tribunal también decidió que no hubiera señal institucional del juicio, así que tampoco se pudo ver completo y lo que todo el mundo sabe es lo que le han contado. Por lo tanto tenemos uno de los mayores líos jamás montados a nivel institucional, que afecta a la organización cuya misión es el cumplimiento de la legalidad y todo es ruido por el momento. Y todo ese ruido llega desde la capital porque este asunto es cien por cien cosa de la villa y corte.
Cuando se nombró a García Ortiz estaba por Palma un jurista con múltiples contactos en el Supremo, Audiencia Nacional y Fiscalía. Un pata negra de la capital. En un corrillo le preguntaron por el nombramiento y sentenció rápido: «Está muy tierno. Se lo van a comer por los pies». Así ha sido a la espera de saber por dónde le llegó al estocada. Lo cierto es que las relaciones entre el Poder Judicial y Gobierno llevan meses en una situación insostenible, con constantes declaraciones y un clima de desconfianza mutuo, cuando debiera ser de ignorancia absoluta del uno al otro.
En ese caldo de cultivo las reacciones en torno a la condena son tan polarizadas como se preveía, se conozca o no la sentencia, se haya visto o no el juicio, cada actor ya tenía su veredicto. No se va a destensar el asunto con las afirmaciones gruesas de las últimas horas. Y es un papelón para el fiscal al que mañana le toque subirse en el estrado para hacer un juicio, pedir la tutela de un menor o lo que hacen cada día.
AngelcaídoHabla de como la derecha judicial a las órdenes del PP ha condenado a alguien sin prueba alguna??