Según la ciencia resulta imposible que el cuerpo humano aguante más de unos pocos días privado de sueño, pero el campesino vietnamita Hai Ngoc, de 75 años, asegura no haber dormido un solo minuto desde hace 42 años.
La vida de Ngoc, cuya historia ha sido difundida varias veces en la prensa y la televisión vietnamitas y aparece mencionada en un blog de la revista National Geographic, apenas ha cambiado desde que un día de 1975 dejó de dormir para siempre.
«No recuerdo la fecha porque no le di importancia. Creía que era algo pasajero, pero fueron pasando los días y seguía sin poder dormir», relata Hai Ngoc delante de su humilde casa en la remota aldea de Que Trung, en el centro de Vietnam.
El campesino recibe al periodista ataviado con un traje negro tradicional y pide unos minutos para terminar una ceremonia con la que ahuyenta los malos espíritus de su campo de cultivo.
La agricultura y la venta de un licor de arroz que él mismo produce son su principal sustento y, a sus 75 años, mantiene una envidiable salud que le permite salir a labrar casi a diario.
«Cuando era más joven aprovechaba las noches para trabajar el campo o para adecentar el camino que lleva a mi casa. Ahora que soy mayor ya no lo hago tan a menudo, me quedo en casa viendo la televisión o doy paseos y fumo», explica.
Su incapacidad para conciliar el sueño tiene otras utilidades en su apacible vida rural, como ser el único que aguanta varios días seguidos en los velatorios o despertar a los vecinos cuando necesitan salir al campo antes del amanecer.
En su casa ha acogido a equipos de televisión del Reino Unido, de Tailandia y de Japón que, según su versión, se fueron después de varios días, asombrados de su incapacidad para dormir.
«Los tailandeses me llevaron al hospital de Danang (la ciudad más próxima, a unos 50 kilómetros) para que me examinaran y me dijeron que estaba bien. El único problema es el de la mano», dice señalando su extremidad, deformada por una bomba de la Guerra de Vietnam, en la que combatió entre 1964 y 1966 en el bando de Vietnam del Norte.
El doctor que lo examinó, Nguyen Gia Thieu, afirmó al portal digital Vietnamnet que ese insomnio es extraño pero no peligroso y lo achacó a un trastorno del sistema nervioso.
Aunque al campesino le gustaría dormir porque lo recuerda como «una sensación agradable», no le preocupa a su rara condición.
«He probado con remedios tradicionales y una vez me trajeron de Saigón pastillas a dormir, pero no tuvieron efecto. Solo cuando bebo mucho licor de arroz me tumbo y se me va un poco la cabeza, pero no llego a dormirme», cuenta.
El licor y el tabaco que él mismo planta son sus mayores vicios, pero apenas parecen repercutir en su salud. «Nunca me pongo enfermo, ni siquiera me resfrío», dice.
Su relato se podría corroborar con una electroencefalografía que registrara el tipo de ondas emitidas por su cerebro durante varios días, pero los hospitales cercanos no disponen de esa tecnología y es reacio a abandonar su aldea.
«Los ingleses que vinieron aquí querían llevarme a Ho Chi Minh (antigua Saigón) para hacerme más pruebas, pero no quiero ir, está muy lejos y yo estoy bien. Nunca voy al médico», asegura.
Salvo por sus ocasionales entrevistas con la prensa, Ngoc vive como cualquiera sus vecinos y cuenta haber rechazado ofertas para enriquecerse con su historia.
«Una televisión de Australia quería pagarme 30 millones de dong (1.120 euros) a cambio de no hablar a ningún otro medio en 18 meses, pero no me pareció bien negarme a atender a gente que viene a verme desde muy lejos», cuenta.
Al margen del caso de Ngoc, no avalado por la medicina, el récord más conocido de falta de sueño es el del estadounidense Randy Garner, que siendo estudiante en 1964 aguantó 264 horas (once días) sin dormir bajo supervisión científica.
En la historia han existido otros insomnes famosos como el estadounidense Al Herpin, fallecido en 1947 a los 94 años después de pasar más de cinco décadas sin dormir, según relató entonces el New York Times.
También alcanzó notoriedad el soldado húngaro de la I Guerra Mundial Paul Kern, que desde que fue herido de un disparo en la cabeza en 1915 no volvió a dormir hasta su muerte, más de 40 años después, ante la perplejidad de los médicos que lo examinaron.
Una posible explicación al caso de Ngoc, descartando el engaño deliberado, es que duerma microsiestas de pocos minutos con los ojos abiertos y sin ser consciente de ello.
El campesino no parece darle importancia alguna a su excepcionalidad ni a que su relato sea un absoluto disparate para la ciencia. «No sé si existe alguien más como yo, pero no me importa. Llevo una vida normal y no me afecta», insiste.